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XXIX
Vida de Cervantes.

los propios méritos en la literatura y en la milicia. El pensamiento es ingenioso: no deja de haber tiradas de tercetos que prohijaria cualquiera sin repugnancia. Los encomios son en general exagerados y propios de su natural indulgencia, la sátira es moderada, sin dejar de ser picante, y mas que una maldicion es un conjuro á la nube de malos poetas que venía á descargar sobre nuestro parnaso. La dedicatoria está dirigida al jóven D. Rodrigo de Tapia, de quien no tenemos mas noticia. Sigue al poema una adjunta en prosa, que es lo mejor por el donaire de la diccion: en ella habló de sus comedias y abrió así el camino para darlas al público, como ardientemente deseaba.

Pero ni los cómicos las querian representar, ni los libreros comprárselas para imprimir: en vano alegaba la buena acogida que habian tenido las primeras que compuso, y aseguraba que no eran tan malas las nuevas que con aquellas no pudiesen competir ventajosamente. Desde entonces habian ya trascurrido treinta años; y en este intermedio habia aparecido Lope de Vega, alzándose con la monarquía del teatro, hasta granjearse una verdadera idolatría. Acudió al librero Juan de Villaroel, quien le manifestó francamente que le compraria desde luego las comedias, á no haberle dicho un autor de título, que de su prosa podia esperarse mucho, pero de su verso nada: respuesta que le llegó al alma, pero no le convenció. A fuerza de instancias, el librero acabó por tomárselas, mas por condescendencia y amistad, que por otra cosa, y se las pagó razonablemente. Todas estas curiosas circunstancias nos refiere el mismo CERVANTES en un discreto prólogo que por su ingenuidad encanta y enamora. No es ménos bella la carta dedicatoria que dirigió al conde de Lemos.

Compónese esta coleccion de ocho comedias: El Gallardo español, La Casa de los celos, Los Baños de Arjel, El Rufian dichoso, La Gran Sultana, El Laberinto de amor, La Entretenida y Pedro de Urdemalas, y de otros tantos entremeses, que son: El Juez de los divorcios, El Rufian viudo, La Eleccion de los alcaldes de Daganzo, La Guarda cuidadosa, El Vizcaino fingido, El Retablo de las maravillas, La Cueva de Salamanca y El viejo celoso. No incluyó otro entremes titulado Los dos Habladores, que despues de su muerte, en 1624, fué representado é impreso en Sevilla: no debió entonces de tenerle á la mano.

Nada podemos decir en elogio de estas comedias, y aunque alguna mencion honorifica merecerian los entremeses, la reservamos para otra ocasion mas oportuna y mas holgada, segun hemos prevenido en la advertencia de este tomo. Las mayores pruebas de la inferioridad de aquellas son los mismos esfuerzos que han hecho en abono de CERVANTES sus ciegos admiradores. D. Blas de Nasarre, que las hizo reimprimir en 1749, intentó persuadir que su autor las habia hecho artificiosamente malas para ridiculizar otras igualmente disparatadas que en su tiempo obtenian gran boga. El abate Lampillas atribuyó su publicacion á malicia de impresores que las mutilaron y trasformaron en un todo, tomando el nombre y el prólogo de CERVANTES. Uno y otro dictámen se hallan en manifiesta contradiccion con hechos demostrados y constantes: mas cuerdo es reconocer con Horacio que alguna que otra vez dormitaba el buen Homero.

CERVANTES escribió indudablemente estas comedias, y con la mejor fe del mundo las dió cuando ménos por pasaderas. Felicitóse en su prólogo de haberse atrevido á reducir las comedias á tres jornadas, y de haber sido el primero en sacar figuras morales al teatro. Si los documentos relativos á tiempos anteriores no son engañosos, estas proposiciones no son exactas. En 1555 Francisco de Avendaño, y en 1579 Cristóbal de Virués, se gloriaban tambien de lo primero; y con respecto á lo segundo, en el monumento mas antiguo entre cuantos se han conservado de la dramática española, en aquella danza general atribuida al rabi D. Santo de Carrion, y fijada lácia el año de 1356, la Muerte es la que hace el primer papel. Nada quitamos á la gloria de CERVANTES con rehusarle la prioridad en estas dos novedades, la una muy indiferente, y la otra de dudoso mérito.

Entre tanto se ocupaba CERVANTES en concluir la segunda parte de Don Quijote de la Mancha.