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XXXIII
Vida de Cervantes.

CERVANTES sobrevivió pocos meses á la publicacion de su segunda parte del Don Quijote; pero tuvo todavía lugar para dar la última mano á los Trabajos de Pérsiles y Sigismunda, novela que, en el prólogo de las Ejemplares, tenia anunciada desde 1613, como libro que se atrevia á competir con el de Heliodoro, á no salir por atrevido con las manos en la cabeza. En la dedicatoria de la segunda parte del Don Quijote decia al conde de Lemos que dentro de cuatro meses daria fin á este libro, que anticipadamente le ofrecia, el cual habia de ser ó el mas malo ó el mejor que de los de entretenimiento se hubiese compuesto en nuestra lengua, «y digo, añade, que me arrepiento de haber dicho el mas malo, porque segun la opinion de mis amigos, ha de llegar al extremo de bondad posible.» Tal fué la estimacion en que tuvo CERVANTES á este reciente parto de su ingenio, juicio que no ha sido confirmado por la posteridad, si se exceptúan algunos pocos que le han preferido al Don Quijote, fundándose en consideraciones de órden accesorio y subalterno. Tal es la mayor correccion del lenguaje, que por sí sola no basta á recomendar una obra de este género. La unidad de la accion, la concentracion del interes apénas se traslucen hasta el fin de los trabajos, cuando se ve el objeto de la larga, penosa y por mil accidentes contrariada peregrinacion de aquellos singulares amantes.

La narracion se halla interrumpida por continuos y prolongados episodios que distraen la atencion, dividen y aflojan el interes, y hasta borran de la memoria los personajes principales.

Las escenas colocadas en paises remotos y poco conocidos, como que no se hallan en el mapa, carecen de verdad; y si bien, cuando el autor conduce á sus viajeros por las tierras que corrió, aparece de nuevo la propiedad en los cuadros de costumbres, hay todavía una gran distancia de aquel movimiento que anima las aventuras de su Ingenioso Hidalgo.

Tenia ya concluido el Pérsiles, cuando en 2 de abril de 1616, enfermo de hidropesía y sin poder salir de su casa, hizo en ella su profesion de la Orden Tercera. Dió el mal una breve tregua, que le permitió trasladarse á Esquivias, ó para despedirse de sus deudos, ó para buscar algun alivio en la variacion de aires y alimentos, última receta de los médicos que pierden toda esperanza. Pero vista la ineficacia del arbitrio, se restituyó á Madrid á los pocos dias: el encuentro que tuvo en el camino con un estudiante se halla descrito en el prólogo de dicha obra, y prueba la jovialidad que conservó hasta sus últimos momentos, como quien satisfecho de su conducta, tranquilo en su conciencia, y confiado en la divina misericordia iba caminando alegre y animoso á los próximos umbrales de la muerte, que tantas veces arrostro.

Pero donde mas resplandece la entereza del justo, es en la dedicatoria con que acompañó el Pérsiles y Sigismunda á su constante protector el conde de Lemos, que relevado de su gobierno de Nápoles estaba próximo á regresar á la corte para tomar posesion de la presidencia de Italia. Deseaba CERVANTES besarle las manos ántes de morir; pero fué negado á su gratitud este consuelo. Recibido el sacramento de la Extremauncion el dia anterior, escribió en 19 de abril aquella carta tan festivamente tierna, que no tiene ejemplar en las agonías del mas firme estoico, é hizo su testamento encargando dos misas en sufragio de su alma, que restituyó dulcemente al Criador en 23 de abril de 1616.

En tal dia del mismo año, observa el doctor Bowle, falleció el célebre dramático Guillermo Shakespeare, honra y prez de la nacion británica. Esta coincidencia es solo aparente. El dia 23 de abril en el calendario inglés de aquellos tiempos correspondia al 12 del propio mes en el nuestro necias prevenciones religiosas habian retardado allí la adopcion de la reforma gregoriana. Pero Shakespeare yace en un soberbio monumento bajo las suntuosas bóvedas de Westminster, entre reyes y poderosos. El cuerpo de CERVANTES, conducido humildemente por cuatro hermanos de la Orden Tercera, con la cara descubierta, segun la costumbre de aquella sociedad, fué enterrado en la iglesia de las Monjas Trinitarias, donde habia profesado D. Isabel, único fruto de sus amores. Sus despojos, ¿dónde están? Cuando aquellas religiosas diez y siete años despues trasladaron su comunidad de la calle del Humilladero, en que se esta

T. I.
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