blecieron, á la de Cantarranas, donde aun permanecen, recogieron los restos de los que habian elegido aquel recinto para su último descanso, y los depositaron sin distincion en una huesa ignorada. Aun cuando un entendido frenólogo, escudriñando y rebuscando por entre aquellos montones de polvo y huesos descabalados, tomase un cráneo y nos lo presentase diciendo: «aquí pensó MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, sería dudoso y desconfiado nuestro profundo acatamiento.
En el año inmediato salieron á luz los Trabajos de Pérsiles y Sigismunda, en Madrid, Valencia, Barcelona y Bruselas. Se perdieron, probablemente para siempre, la segunda parte de La Galatea, Las Semanas del Jardin y El Bernardo, obras que se proponia concluir, si por un milagro, decia él al conde de Lemos, le restituia el cielo la vida.
Perdiéronse tambien sus retratos originales, que pintaron, segun indicios Francisco Pacheco, y positivamente D. Juan de Jáuregui. De cualquiera de los dos puede ser copia el que posee la Academia, atribuido por unos á Alonso del Arco, y por otros á Vicente Carducho, ó á Eugenio Caxes ó alguno de su escuela. Era CERVANTES, segun la descripcion que de sí mismo nos hace, de estatura mediana, de color viva, ántes blanca que morena, rostro aguileño, nariz corva y bien proporcionada, frente lisa y desembarazada, ojos alegres, cabello castaño, barba un tanto mas clara, bigotes grandes, boca pequeña, dientes mal alineados, algo cargado de espaldas y no muy lijero de piés, á la edad en que esto escribia, que era la de sesenta y seis años.
Pero el retrato de su alma privilegiada se encuentra en sus escritos y en sus acciones. Impávido en los peligros, fuerte en las adversidades, modesto en sus triunfos, desprendido y generoso en sus intereses, amigo de favorecer, indulgente con los esfuerzos bien intencionados de la medianía, dotado de juicio recto y clarísimo, de imaginacion sin ejemplo en su fecundidad, pasó por el mundo como peregrino cuya lengua no se comprende. Sus contemporáneos no le conocieron, y le miraron con indiferencia; la posteridad le ha dado una compensacion justa, pero tardía; porque ha conocido que hubo un hombre que se adelantó á su siglo, que adivinó el gusto y las tendencias de otra sociedad, y que haciéndose popular con sus gracias inagotables, anunció la aurora de una civilizacion que amaneció mucho despues.
Los soberanos han honrado á porfia su memoria, los magnates amantes y protectores de las letras le han levantado monumentos, los sabios le han colmado de elogios, el pueblo venera su nombre con una especie de culto, las naciones extrañas nos le envidian, las artes todas han reproducido su efigie y las creaciones de su fantasía bajo mil formas, la imprenta multiplica sus escritos todos los años, y los difunde por todo el ámbito del mundo: nosotros no podemos prestarle otro homenaje que el de haber relatado sencillamente sus hechos, y darle este preferente lugar en la BIBLIOTECA DE AUTORES ESPAÑOLES.
FIN DE LA VIDA DE CERVANTES.