De los soles mayores,
Coiiiijío iiosenlia
Del cierzo los rigores.
Ambos del mar liuimos proceloso
La saña; á mí por medio ueJ cerrado
Peligro mi buen hado
Alegre y viclorioso
A puerio me ha sacado;
A li, segunda vez mal advenido,
La resaca surbió del mar hambriento,
Y al arbitrio del viento
Y al caso permitido
Te viste, y sin aliento.
Cumple tu voto, y grato al cielo santo,
Con lágrimas gozarás; ya el sereno
Rostro baña y el seno; '
Que yo, Santiso, al tanto
Te espero en Mirar-Bueno.
¡Oh, fuere á mi vejez tírmereposo
Este lugar! De mis navegaciones
Y peregrinaciones,
¡Oh término dichoso
Fuese, y de mis (lasiones!
Este rincón, de lodos los del s lelo
Me place mas, de brota la priaie.a
Y la rosa postrera,
Do siempre es uno el cielo.
Do siempre es primavera.
Este á la mt sa espléndida y al vino
Y al brindis te convida. ¡Oh cuerd exccso!
Dulce me es ser travieso,
<>obrado un tal amigo,
Dulce perder el seso.
¿Qué busco, ciego yo, con tan mortales
Yansios: is bascas? Pienso que podría
Saiislaoer la sed iimiensa mia
Un mar de aquestos... ¿bienes diré, órnales?
¿No vi ya? No probé cuan desiguales
Son de aquello preciso que ofrecía
Su vanamente hermos? llor que el dia
llobó, descubridor de engaños tales?
Paremos ya, paremos; que el sosiego
En solo aquel, mi bien, que sin mud mza
Mueve cuanto ve el sol, hallar podremos;
Mas ¡ay! que cuando verlo pienso y Hogo
Ya á asirlo, me deslumbra, y sin lardan/a
Cual rayo pasa, y ciegos lo perdemos.
Iiendido el postrer godo á la primera
Y última hermosura que en el suelo
Vio el sol, del Tajo esiüba en la ribera,
Moviendo invidia al cielo
De su adorada fiera.
La real corona y cetro el ciego amante
Derribaba, y ¿qué no? á los pies de aquella;
Huéllalo lodo altiva, y con semblante
Fiero otra vez lo huella;
Y él ¡ay! pasó adelante.
¡Oh mal dulce deleite! Puso luego
Calma enojosa en su corriente el rio
Para advertir, aunque ofendido, al ciego
Rey en su desvario
Dei hierro así y del fuego
Que le amenaza: « En punto desdichado
Ofendiste á esa heimosa, ¡oh godo injusto!
Que vengará con lauto y tal soldado
África, de tu gusto
Y de tu real estado
«Despojándote. ¡Ay, ay! ¡Cuónta fatiga,
Cuánto alan al caballo y al valiente
lufaule aniuija! A lanza y á loriga
Mueves contra lu gente;
¡üuaiila diestra enemiga!
«Ya suena el alambor, ya las banderas
Se despliegan al viento, ya obedientes
Al acicate, corren en hileras
Los jinetes ardientes
Y las yeguas ligeras.
» No excusas, no. la lanza y el tremado
Arnés, en solo el ámbar y el curioso
Peine ¡oh varón! oh rey! ejercitado.
¿No ves cuan espantoso
Daja el campo formado?
«Mira cómo Tarife atravesando
Osado por las huestes, y valiente
Tu enseña abate, y Muza destrozando»
Asombro de lu gente,
Los campos va talando.
«Conocerás allí al nunca vencido
Almanzor, que en tu mengua se engrandece;
Mas al Conde ay! ¿no ves cuan sin sentido,
Y hierve y.se enfurece,
Duscáiidole ofendido?
«No asi medroso gamo, no así presto
Será que del handjrienlo loi)o huya,
Cual flaco tú del émulo molesto.
Habiendo á aquesta tuya
Prometido no aquesto.
«Traerá, présago yo, al godo su día,
Tras no muchos diciembres, la africana
Armada, que ya el cielo airado guia;
Caerá lu soberana
Y antigua monarquía.»
Yo vi romper aquestas vegas llanas,
Y crecer vi y romper en pocos meses
Estas ayer, Sorino, rubias mieses,
Breves manojos hoy de espigas canas.
Estas vi que hoy son pajas mas ufanas.
Sus hojas desplegar para que vieses
Vencida la esmeralda en sus enveses,
Las perlas en su haz por las mañanas.
Nació, creció, espigó y granó en un dia
Lo que ves con la hoz hoy derrocado,
Lo que entonces tan otro parecia.
¿Qué somos pues, qué somos? Un traslado
Desto, una mies, Sorino, mas tardia;
Y ¡á cuántos sin granar los han segado!
No inquieras cuidadoso
Lo que maquina el turco y el britauo,
Dueño de nuestros mares afrentoso,
¡Oh Flaio! ni te altere el miedo vano
De si podiá cualquiera laiga renta
Servir al uso breve de la vida,
Que del profano exceso
A grandeza modesta reducida,
Con tu profundo seso
Pequeño censo hacer podrá contenta.
Atrás huye ligera
La alegre juventud (¡quién la alcanzara!)
Mas ¡oh! antes de irse, ¡asirla quién pudiera,
Y la tez nueva y fresca de la cara!
La vejez llega "siempre intempestiva,
Y aquellos pierde, aquellos orgullosos
Amores, con el ceño
Grave, y de los sentidos deseosos
Desvia el fácil sueño
Sabroso ¡oh cuánto ya! á la edad lasciva.
Si los ojos al suelo
Próvidos inclinamos, ¡cómo hermosa
Cuando se rie con la luz el cielo,