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Página:Biblioteca de Autores Españoles (Vol. 36).djvu/16

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VIII
PRÓLOGO

historia burlesca del emperador Cárlos V, con retratos de los principales personajes de su corte, con gracioso estilo y picante sátira, por el bufón del mismo soberano. Muchas copias hay de ella en bibliotecas públicas y de particulares. Mi amigo, el erudito orientalista don Pascual de Gayangos, ha hecho un minucioso cotejo de las que existen en la corte, del cual ha resultado el texto que ha servido para la primera edicion que hoy se hace.

Los grandes de la corte, muy heridos fueron de las satíricas agudezas que el bufón de Cárlos V derramó en su obra contra ellos. Sirva de muestra lo que se lee en la crónica al tratar del famoso almirante de Castilla, que tanta parte tuvo en las comunidades y en su triste vencimiento:

«Don Fadrique Enriquez llegó al Rey muy acompañado, como gran almirante, y dijo al Rey: — Señor, cuanto á lo de Dios soy hombre, cuanto á lo del mundo no lo parezco. Lo mas del tiempo ando debajo de tierra, como topo. Tengo dos hermanos, el uno, llamado don Fernando Enriquez, que parece mercader de jengibre ; el otro es el conde de Rivadavia, que parece gavilán fiambre ó nieto del regidor de Segovia. Tengo una hermana ; que se llama doña Teresa Enriquez. Saca cada año seis ánimas del purgatorio, y mete á su hijo el adelantado de Granada y doce nietos en el infierno. — El Rey le dijo: — Almirante, sois muy discreto ; dad gracias al Redentor, que si os lo qui-. tó de las aldas, os lo añadió en las mangas.»

No se escapó tampoco de las burlas del conde don Francesillo la persona venerable (si no entonces, en los siglos posteriores) del cardenal don Francisco Jiménez de Cisneros. En cuatro palabras la describe, en conformidad con el retrato que de él nos ha quedado.

«Gobernó (dice) el ilustre y serenísimo señor cardenal de España, don fray Francisco Jiménez, que parecía galga envuelta enmanta de jerga

Al hablar de su muerte no pudo menos de recordar que fué ocasionada por la venida de varios caballeros flamencos en calidad de áulicos del Monarca, y por el sentimiento que le produjo verse destituido del mando por medio de aquella carta con que anonadó su grandeza la vulgaridad de un obispo llamado Mota, cuyo nombre para nada notable figura mas en la historia patria.

Con un solo rasgo ridiculiza la pasion de ánimo que abrió el sepulcro al cardenal Cisneros. Véanse las palabras siguientes:

«Murió este cardenal de placer que hubo de la venida de monsieur de Xebres.»

Al hablar de las mismas prendas del mismo cardenal, no puede menos de descubrir la sagacidad del lector la fina ironía con que formaba sus elogios el festivo don Francés de Zuñiga:

«Tuvo por compañero en la gobernacion y vida al obispo de Avila don fray Francisco Ruiz, hombre muy experto, muy servidor de su majestad ; el cual obispo parecía mortero de mostaza. Este cardenal fué de buena vida, honesto y muy amigo de justicia. Quiso al Emperador mucho. Tuvo por pariente al adelantado de Cazorla. Fuéle tan pesado en la vida y muerte, que quisiera tener el dicho cardenal mas diez mil ducados de pension sobre su arzobispado que no á él.»

Sigue á la Crónica de don Francés el poema de Estacio La Tebaida, traducido en magníficas octavas castellanas por Juan de Arjona hasta el libro ix, y en lo demás por Gregorio Morillo. Esta version, monumento admirable de la poesía y lengua española, ha permanecido inédita hasta ahora. El original, preparado para imprimirse á principios