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Sonetos.

á quien prudentemente impedia su padre espiritual los fervorosos excesos de su penitencia, bien escondida en una natural alegría y jocosidad, y de quien no se oyó palabra ofensiva, estudiando lo más perfecto!.....» «Parciales de mi autor eran cuantos le conocian y trataban. Enseñaba sin magisterio ni soberbia. Ocultaba su erudicion cuanto lo permitia la urbanidad del trato civil. Nada despreciaba de lo que oia, y en la amigable y dulce modestia del trato se insinuaba á la benevolencia comun y al aprecio y veneracion de todos.»

POESÍAS.


SONETOS.


I.
La soberbia es el principio de la idolatria

¿A quién doblas la bárbara rodilla,
Necio inventor de simulacros ciento,
Si en religion hipócrita, es tu intento
Máscara vil del culto que se humilla?
Tuya es la estatua que en el sólio brilla,
Pues esclavo su númen de tu aliento,
Cuando abrazas postrado el pavimento,
Parte contigo la soberbia silla.
En la torpe deidad que en mármol mientes,
Sacrilego cincel deja descritos
De tu pecho los monstruos diferentes;
Que el execrable aplauso de tus ritos,
Celebrando deidades delincuentes,
Quiere hacer adorables tus delitos.

II.
La muerte es la vida.

Esto que vive en mí, por quien yo vivo,
Es la mente inmortal de Dios, criada
Para que, en su principio transformada,
Anhele al fin de quien el sér recibo.
Mas del cuerpo mortal al peso esquivo,
El alma en un letargo sepultada,
Es mi sér en esfera limitada,
De vil materia misero cautivo.
En decreto infalible se prescribe
Que al golpe justo que su lazo hicre,
De la cadena terrenal me prive.
Luégo con fácil conclusion se infiere
Que muere el alma cuando el hombre vive,
Que vive el alma cuando el hombre muere.

III.
A Roma destruida.

Caiste, altiva Roma, en fin caiste,
Tú, que cuando á los cielos te elevaste,
Ser cabeza del orbe despreciaste,
Porque ser todo el orbe pretendiste.
Cuanta soberbia fábrica erigiste,
Con no menor asombro despeñaste,
Pues del mundo en la esfera te estrechaste,
¡Oh Roma! y sólo en tí caber pudiste.
Fundando en lo caduco eterna gloria,
Tu cadáver á polvo reducido,
Padron será inmortal de tu victoria;
Porque siendo tú sola lo que has sido,
Ni gastar puede el tiempo tu memoria,
Ni tu ruina caber en el olvido.

IV.
Al rey nuestro señor don Felipe V,
en ocasion de la victoria que han logrado sus armas.

¡Triunfas ó lidias, héroe venturoso?
Pues compitiendo glorias con Alcides,
Aun permitir no quieres á tus lides
El instante infeliz de lo dudoso.
Si vence tu semblante belicoso,
Con la victoria la victoria impides,
Pues dejas, con los rayos que despides,
Todo el furor de la cuchilla ocioso.
Mas qué mucho, si el Rey omnipotente,
De tu causa custodia militante,
Tu derecho asegura permanente,
Haciendo su justicia vigilante,
Pluma de sus decretos diligente
El filo de tu espada fulminante!


ROMANCE ENDECASÍLABO.

Al martirio de san Lorenzo

Convoca oh Roma! de tu luz antigua
Los astros, que con fúlgidos ardores,
De la atmósfera opaca de diez siglos
Disipan claros la prolija noche.
El que robado á la severa curia
Del fuego sacro en fulminantes orbes,
Al obsequio negó de sus quirites
De su polvo supremo los honores;
El que à enemigas huestes numerosas
Su sin igual esfuerzo sólo opone,
Y hace del Tiber al cristal suspenso
Lámina escasa á contener su nombre;
Aquel que logra en desigual arena,
Rendidos los albanos Geriones,
Que de su acero el insidioso filo
La consanguínea púrpura colore;
El que burlando con ardid valiente
Del gálico Tifco los furores,
Del yugo infame, que à la patria quita.
Ciñe á su cuello la memoria noble;
El que del ronco pájaro de Juno,
Cuando los gritos vigilantes oye,
Libra, en la noche, el furor de Breno
Del Capitolio las cautivas torres;
El que, depuesta la purpurea veste
Del patrio suelo en la riqueza pobre,
De laureada reja al noble surco,
Siembra virtudes, y victorias coge;
El que á las negras aras de Megcra
Víctima voluntaria se propone,
Porque el marcial oprobio de sus huestes
La ilustre tinta de su sangre borre;
El que purgando en fuego religioso
De su diestra los inclitos errores,
Fénix etcrno de la pira etrusca,
Glorias alcanza, que la fama robe;
El que, domando con prudencia suma
Del caudillo africano los ardores,