lado Les preuves astronomiques de la relativité, y a la Memoria de P. Painlevé, La théorie clasique et la théorie einsteinniene de la gravitation. En la primera se hace un detallado estudio del valor de cada una de las coincidencias entre la teoría y la observación a que antes he aludido, y se concluye que en todas ellas, y sobre todo en los casos del movimiento de Mercurio y de la desviación de la luz, los errores posibles en el cálculo de las observaciones afectan en tal proporción a los resultados, que está justificado el considerar fortuito el acuerdo. Esta objeción sería de gran fuerza si no se tratase de tres fenómenos absolutamente independientes, y además los únicos que han podido preverse. Al mismo estado de espíritu responde el esperar al resultado de nuevas observaciones para declarar la victoria del pensamiento de Einstein; en particular, es frecuente la afirmación de que el eclipse recientemente observado en el hemisferio Sur puede ser decisivo. Es innegable la posibilidad de que el éxito sea de tal modo claro, que contribuya a disminuir la resistencia de ciertos espíritus; pero lo más probable es que la opinión científica continúe su evolución lenta en el sentido de las nuevas ideas. Los que mayor repugnancia sienten hacia ella, encontrarán en las diferencias entre los resultados de los distintos observadores suficiente motivo para seguir dudando, mientras los ya convencidos no sentirán debilitada su fe ante resultados menos concordantes que los obtenidos en el eclipse de 1919. Lejos de mi ánimo negar
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