mita la alteración de sus valores locales a la obtenible por cambios de posición de las masas, los cuales son siempre lentos por imposiciones de orden técnico. Y como la apreciación de los efectos así provocados escapa a la sensibilidad de la experimentación actual, el determinar la velocidad aludida resulta inabordable en nuestros laboratorios. Cerrado este camino, sólo ha quedado expedito el estudio de los fe nómenos que la finitud de c, puede provocar en los movimientos del sistema planetario, donde el tamaño de las masas y el valor de sus velocidades rebasan todas las posibilidades de la experimentación, al propio tiempo que la exactitud de las observaciones astronómicas que sirven de fundamento a los cálculos es pocas veces alcanzado por la Física. Desgraciadamente, estas ventajas se hallan compensadas, y aun-sobrepujadas, por los inconvenientes que proceden de la imposibilidad de disponer las cosas de manera que los efectos investigados resalten y vengan a ocupar el primer término en los datos de la observación. Lejos de esto, para juzgar del valor de las hipótesis que puedan formularse respecto al modo de intervenir una posible velocidad de propagación en los fenómenos gravitatorios, únicamente se dispone de las perturbaciones residuales anteriormente señaladas; a más, naturalmente, de la condición elemental de no conducir a nuevas anomalías que rompan la concordancia ya establecida entre
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