para otorgar nuestro asentimiento a otros corolarios más especulativos, siquiera de trascendencia filosófica superior, y aun a extensiones que las ideas de Einstein han tenido en manos de otros hombres de ciencia, y particularmente de Weyl. Los unos y las otras son el objeto de este capitulo.
El principio de equivalencia de un movimiento acelerado del sistema de referencia con un campo gravitatorio, es la clave de toda la teoría de Einstein. El cambio de ejes sin limitación obliga a reemplazar la expresión sencilla del intervalo (50, 1) por la más compleja (50, 3), y el referido principio da a los coeficientes £ix de esta última un sentido físico, ccnsiderándoles característicos del campo. Digo característicos, pero sin querer significar que a cada campo corresponda un sistema definido y único de tales coeficientes. El principio de relatividad consiste esencialmente en la incapacidad para reconocer el verdadero campo gravitatorio, separándolo de todo vestigio de movimiento arbitrario en el sistema de referencia. Por consiguiente, son posibles diferentes modos de coordinar los sucesos que en el Universo se desarrollan; esto es, podemos a nuestro capricho elegir el sistema de coordenadas 2,, 22, 23, 24, con la misma libertad que sobre una superficie es posible fijar la posición de sus puntos mediante sistemas de líneas dibujados en ella. Con la misma libertad, y no con más. La naturaleza de la superficie en este caso,
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