cuerpos que percibimos tomo perfectamente distintos: los astros, por ejemplo, se hallan integrados por una aglomeración de moléculas y átomos, a su vez sistemas complejos en equilibrio dinámico de electrones y protones (unidad de carga positiva que forma el núcleo del átomo de hidrógeno), hoy por hoy últimos elementos conocidos del mundo material. Del otro lado, los cuerpos celestes, con individualidad bien definida, engendran sistemas planetarios, los cuales a su vez se asocian constituyendo grupos superiores, que no han sido más fáciles de reconocer que la complejidad del edificio atómico. Si aquí se ha luchado con su pequeñez, la percepción de aquellas unidades tropieza con el inconveniente de sus enormes dimensiones y distancias mutuas, que las hacen aparecer como conjuntos inorgánicos (cual nuestro sistema galáctico), o sólo son denunciables en forma de nebulosas.
Notoriamente la hipótesis de la distribución uniforme es incompatible con esta estructura eminentemente granular; pero al prescindir de estos detalles en una visión de conjunto de nuestro mundo no cometemos más grave pecado que al identificar la superficie terrestre con la de una estera o un elipsoide. Sólo prescindiendo de las particularidades topográficas se puede llegar a dicha concepción: un habitante de país quebrado, con imaginación bastante limitada para que no le sea. dable rebasar las
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BES TURRIANO
