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SANTIAGO CALZADILLA

ño de Serruis, en 1846; y con permiso de ustedes y del Alcalde, la mas hermosa mujer que hayamos conocido fuera de aqui los emigrados argentinos, según su voto unánime y absoluto. Pues, para dar idea de la belleza de Catalina, nada es mas propio que compararla a Julia Borgoño, y la de ésta a la de aquélla, cuyo nombre era universal a lo largo de la costa del Pacifico.

Pero por este lado del Atlantico, otra criatura encantadora se imponia a la admiración de todos y... a la adoración de muchos, era Leandra Gómez, conocida mas que por su nombre, por "La diosa de los cercos". Vivia en una quinta que enfrentaba a la Santa Casa de Ejercicios. Se casó esta beldad con un alemán, del cual no podia decirse lo que generalmente de sus compatriotas, sacaclavos, sino pescador de perlas, pues se la encontró un dia prendida en sus redes. De la belleza y rasgos de Leandra puedo dar una idea comparativa con Lucrecia Guerrico de Ramos Mejia, la cual tiene gran semejanza con la Diosa de los Cercos.

En la actualidad es mas numeroso el gremio de las lindas mujeres, pero esto, a mas de que es consecuencia o resultado del incremento inmenso y hetereogéneo de la población, carece (y seria curioso investigar el por qué) de las excepciones tipicas, que caracterizaban las beldades de mi tiempo, las que eran verdaderos astros en el cielo argentino, brillando luminosos como Venus, como Sirio y Marte. Es de conjeturar lo que escribiera de ellas, Flamarion, si hubiera tenido la felicidad de conocerlas.

La primera de estas dos beldades, tuvo un fin que puede llamarse tragico. Esposa de Alzaga, el asesino de Alvarez, que perdia el asesino y la cabeza por su pasión desmedida al lujo y las joyas, des-