pero de esta logia a lo Lautaro, de señoronas, donde nunca faltaba amenizando esas recepciones diarias con las noticias de los periodicos europeos, que traian los buques o paquetes ingleses (a vela) que venian cada quince dias, con la correspondencia comercial y las noticias de los descubrimientos cientificos, viajes y modas del viejo mundo.
Este Caballero, señor Lasala, era muy amistoso y de trato ameno; empleado de la Contaduria, era atento y servicial con el público. Podia decirsele un lindo hombre, siempre irreprochablemente vestido, haciendo pendant con mi señor padre, igualmente asiduo asistente a esta tertulia atrayente y novedosa, donde habia tantos elementos de distracción y de alegria.
No olvidaré un apéndice de esta tertulia, algo especial; era la presencia complementaria de un personaje llamado el negro Domingo, que se estableció, con permiso de su ama vieja, como él decia a la señora doña Flora, en el zaguan de esta casa a las horas de la oración con su canasta y su farolito de vela de sebo, colgado en el mismo bastón o palo en que se apoyaba para caminar y vender sus ricas masitas sus célebres alfajorcitos, que en pocos momentos desaparecian, y el moreno Domingo levantaba campamento para volver al dia siguiente a llenar los compromisos que habia dejado pendientes la noche anterior.
Con razón se queja ahora mi amigo Manuel Tobal, no solo de que ya no se vendan estas ricas golosinas, sino de que se hayan llevado las recetas, y ¡morituri te salutant!.
En un paseo que hicimos de Guayaquil a la ciudad de Quito, en compañia del desgraciado doctor don Santiago Viola, fusilado cruelmente al poco tiempo, por orden del tiranuelo Garcia Moreno, sin causa alguna justificada (asesinato por el cual el