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CAPITULO XIX


En 1836 habia, aqui un insano, tranquilo y amigo de todos. Se llamaba Pedro Balbastro, y pertenecia a la noble familia de los Balbastro y de Alvear, que, según él decia, eran todos locos.

Era muy comerciante y buscavida, pues hacia de buhonero, o falte, como llaman en Chile a los que venden por las casas algunos géneros baratos y cosas útiles, como son medias y pañuelos de algodón, de los que llevaba una gran cantidad colgada en el brazo izquierdo, y en la mano derecha las muestras de estos efectos.

Dos años después del inicuo ataque y de la escandalosa detentación, perpetrada por el gobierno inglés a nuestra república, tomando por sorpresa y viva fuerza las islas Malvinas, situadas, como es sabido, frente a la entrada del Estrecho de Magallanes, en el cabo Virgenes, en rumbo Este. La familia de los Balbastro era notable por la hermosura de sus tipos; las mujeres, especialmente, eran bellisimas, y se casaban con ingleses. Estaban por ese tiempo en piques con las Rubio, de igual categoria, con las cuales se disputaban los novios ingleses a titulo de hermosura; pues asi la señora Rosario Rubio se casó con don Daniel Gowland, y Estanislada, su hermana, con Bergmann, alemán, y