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Página:Calzadilla Beldades de mi tiempo.djvu/217

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SANTIAGO CALZADILLA

se ha adelantado mucho en la manera de pronunciar los apellidos extranjeros, como yo que soy uno de aquellos que tuvireron que arreglar el suyo a las reglas de la pronunciación castellana; porque ¡qué diablos! si era inutil pretension romper las lenguas, tal es la cantidad de W y de doble T que contiene. Ahora me dejo llamar como a los porteños se les antoja, como la pasa a Bilinjurste, Ubilde, Uril, Briten, Argreaves (mas conocidos por Francisco). ¿Qué extraño es que Hobbes haya resultado Obes? Nada mas claro. En cuanto al apellido Costa lo tenia por italiano, y todos conocemos algún Giuseppe Costa, Bartolo Costa, Eduardo Costa, confiteros, almaceneros, changadores, carboneros, todos hablando o despedazando la bella lengua del Danie. Me alegro que Vd me cuente esto que es nuevo para mi. No sospechaba que el apellido Costa fuera francés. Y ¿a dónde dejo a los Tonquisones, como los llama en criollo mi espiritual amigo el Dr. Virgilio Tendin (no porque no sepa pronunciar el inglés, puesto que en este idioma tenemos alla en el Tigre largas conversaciones sobre Mr. Butterfly y otras celebridades), sino porque dice que asi todos saben de quién habla? Yo soy uno de esos ingleses a quienes alla por el año 40, se les llamaba pringo, nombre impuesto por el señor don J. Manuel de Rozas (el que estaba destinado a vivlr y morir entre ellos!), y hacia entonces bastante tiempo que habia echado raices en este país, porque yo fui uno de aquellos el tiempo, de los Gowland, Parish, Plowes, y tantos otros que cayeron en el garlito, como Vd. dice, y que no resistieron al encanto de "las beldades de mi tiempo". — Y entonces cuando una muchacha del país se casaba con uno de nosotros, no se le llamaba en familia sino el inglés, porque lo de pronunciar el nombre era muy dificil. Y el prestigio de estos "malditos condensos", como dice Tedin, era tal, que a una señora de aquellos tiempos que alcanzó a dar tres veces e1 si, le toco en suerte en una de las tres ruedas un compatriota mio, y ella, cuando el último feliz mortal no estaba presente, decia lanzando un suspiro: ¡Ninguno como el inglés! Después estuvimos un poco de capa caida, porque vinieron los edemanes, que nos sacaron la oreja, y a quienes dieron en llamar sacaclavos, porque en estas familias porteñas en que suelen encontrarse en una sola casa un lote de media docena de niñas casaderas, cuando entraba uno de esos no lo soltaban a dos tirones y como nunca falta un roto para un descosido, salian los padres generalmente