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CAPITULO III


Voy a salvar una gran falta, un olvido, que cometi al publicar mi anterior capítulo, quedándoseme en la punta de la pluma el dar las gracias a mi inteligente contemporánea de 48 a oro como ella se dice, siguiendo la espiritual frase del señor ministro Matta (dimisionado), cuando yo le decía a una interesante señorita con quien en la mesa del doctor Tejedor, debatía algo muy del caso para mí, diciéndole que solo tenía 48 años cumplidos, y él observé que eran a oro.

Confieso que me desconcertó la salida, pues habiéndose cotizado ese dia el oro en la Bolsa a 200 resultaba yo con 96 años, lo que era demasiado para un noviazgo en perspectiva. Yo festejé la broma como hombre vividor, pero me quedó la espina dentro como el dardo del Parto.

Después de mucho cavilar me dije: vamos con el recurso a la Corte Suprema, donde están los jueces sabios para que resuelvan el caso. En intrincados acuerdos y resoluciones, dijeron lo siguiente: que faltando el adjetivo sellado después de 48 a oro; Estese a lo resuelto; y lo resuelto es a papel de curso legal, y entonces nuestros 48 a oro vuelven a su quicio, lo que me complazco en comunicar con efusión juvenil al darle tan grata nueva;