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LAS BELDADES DE MI TIEMPO

teníamos hasta poco ha, y arrojarlas junto con las de repuesto que, eran dos por cada infante, todo con el objeto de venirse precipitadamente y tomar posiciones, hecho que viene a explicar cómo las patriotas porteñas, desde las ventanas y azoteas, a que no hacían fuego, les enviaran cuanto cacharro y tiestos rotos le caían a las manos.

Es notable, entre otras, la que en la azotea de la señora Casamayor de Zuca, en la que había colocado un muñeco tuerto y mefistofélico, para llamarles la atención y asustarlos, les echaron jarros, lebrillos y tachos de agua caliente, sin recibir de ellos lesión alguna.

Pero vamos al cuento.

Estas tropas inglesas, dicen los instruídos y leídos, iban para el Cabo de Buena Esperanza: —que llegados a la altura del Río de la Plata, fondearon tomándose a Montevideo; y que, — viendo estos países tan desiertos y tan lindos, res nullius, los generales Stirling y Auchmuty trataron de quedarse con ellos como era costumbre inveterada, antes que don Andrés Bello introdujera las bellas reformas que todos saben en el derecho de gentes.

En 1805 Berresford, con estas tropas, entre las que venía, el célebre Regimiento 71 de línea al mando de Pack, atacó a Buenos Aires y lo tomó.

Pero el 12 de Agosto del año siguiente, 1806, vino de Montevideo don Santiago Liniers, con algunas fuerzas que desembarcaron en el Pueblo de las Conchas, arrojados allí por una gran tormenta que los pilló en el camino, y de allí se vinieron al ataque de la Ciudad, y vencieron a las tropas inglesas que dejaron de trofeo sus banderas, entre las que estaba la del 71 de línea, que hoy se guardan colocadas en lujosos cuadros, merced al Intendente don Torcuato Alvear.

Este Regimiento sigue hasta el presente revis-