pañola raza, que como bien dijo el otro: "El que lo hereda, no lo hurta"; comparando épocas y costumbres, de suyo, nos yiene a las mientes esta cuestión:
¡Hemos ganado o perdido? ¿Qué es mejor, las patriarcales costumbres de aquella época, o la civilizacion de la actual?...
Yo planteo la cuestión, pero a fin de evitar tachas de parcialidad, dejo a otros la tarea de resolverla; trabajo les imando con solo que no olviden la del oro oscilando entre 350 y 375, a pesar del decreto de suspension de pagos al Nacional y al Provincial en el breve espacio de 13 dias.
Pero el hecho es, y no lo niego, que a mi me trae tan preocupado, que a cada quisicosa me distraigo del asunto principal. ¡Esto no es vida; qué diferencia!...
La de aquellas épocas se deslizaba tranquila, sin estas exigencias ineludibles en que ninguno quiere ser menos que su vecino; las casas han de ser palacios; los trenes para ir a mostrarse en Palermo, lujosisimos; ostentando riquezas que no se poseen y haciendo catedra de mentiras, para tapar realidades, catedra que tampoco existia entonces.
Lo que habia, como ya lo dije en uno de mis capitulos anteriores, eran tertulias de confianza, en que se bailaba y se hacia sociedad, recitando versos de Echeverria, que, en aquella época, llené los salones con sus tiernas endechas, y cantos como La Cautiva y las preciosas canciones de La ausencia y La aroma. Esta última:
"Flor dorada que entre espinas
"tienes trono misrterioso;
"¡Cuanto sueño delicioso,
"Tú me inspiras a la vez!"
A las cuales ponia música el gran compositor argentino don Juan Pedro Esnaola. Recitabanse tam-