La moral, esa ciencia de las condiciones generales que desarrollan la vida del hombre lo más completa, lo más intensa, lo más felizmente posible, reposa sobre el conocimiento científico del mundo y de la vida.
Para determinarnos necesitamos conocer la realidad científica en sus fines, en sus efectos, en sus consecuencias directas o indirectas.
El estudio de las leyes naturales debe ser el fundamento de la moral racional y práctica.
Y la utilidad social y el interés de la especie deben ser el criterio de la moral individual.
El porvenir del individuo y de la raza se encierra en el instinto procreador, el más poderoso de los instintos, el que, por permanecer ineducado, aun no ha salido de la animalidad.
Incluir ese instinto en el radio de la moral científica es tarea reservada al padre y al educador.
Debemos hablar a los jóvenes con entera fran-