alumno cuánto texto o libro de consulta reclame. Nada ni nadie, salvo ellos mismos, puede ayudarlos.
El examen escrito, en estas condiciones, llena cumplidamente su prolpósito. Conviene como medio inquisitivo, conviene como medio educativo.
Esto, en cuanto al alumno se refiere. En lo que atañe al profesor, cambia el asunto de aspecto. Pero dejaremos de lado, por ser innecesario comprobarlo, como se agota la atención y, por consiguiente, el interés, al llegar a la lectura del nonagésimo o centésimo examen escrito, pues debe tenerse en cuenta que cada examen ha de ser visado por tres profesores—y nos preguntaremos: ¿Ofrece idénticas ventajas el examen oral? Si difiere, ¿es inferior o supera al escrito y en qué?
Todo profesor habrá observado que la facilidad o dificultad de expresión oral o por escrito difiere de alumno a alumno. Sometiéndolos a una composición oral y luego a una escrita podían formarse dos bandos de acuerdo con esa característica. Si esta diferencia es tan general, nada más equitativo que el empleo de ambas formas de examen para toda la clase.
Los dos exámenes se complementan, pues demuestran y desarrollan diferentes aptitudes y no exigen igual suma de esfuerzos. El examen escrito liberta el espíritu de la presencia inmediata del juez que pesa y critica cada paso dado hacia la solución del problema. De ahí la tranquilidad, la calma, el dominio fácil del tema.