Página:Camana pedagogia social.djvu/181

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finailidad, sus esfuerzos se malogran acentuando en lo creado los defectos del creador.

Siempre, al estudiar la degeneración, el factor responsabilidad paterna" me había parecido fundamental.

El que no haya visitado un patio de idiotas en los hospicios, las salas-cunas de un hospital de niños o esa mísera cloaca humana que se llama — ¡oh irrisión! — "la Cuna", debe hacerlo si es padre, debe hacerlo si es mujer.

Si al ver a un niño lo que más atrae es la luz gozosa de la mirada, qué no dicen contra el vicio que los engendró esos ojos dilatados por el dolor que nos siguen con pena infinita mientras visitamos la sala, que nos acompañan fuera, que peaparecen juzgando toda alegría, perturbando el sueño, mirándonos desde adentro en todas partes, a pesar de que el pobrecito enfermo, condenado desde antes de ver la luz, no conoció de la vida más que la cama del hospital o el cochecito del paralítico.

Quién los ha visto, no olvidará jamás los ojos de Angelita, de la niña epiléptica del "Patio Higuera", en nuestro hospicio. Grandes, serenos, bellos, saltan fuera de las órbitas: un intenso dolor, allá dentro, en la retina, una lesión sifilítica, obliga a la criatura a hundir sus deditos entre la órbita y el globo del ojo. La oyerais quejarse: un perro apaleado por su amo no aulla más lastimera y bestialmente. Cuando está tranquila, en sus raros momentos de reposo, levantamos su carita hacia el sol; la niña abre grandes y ansiosos los ojos y los fija está-