la moral física que obliga a conservar la salud en las mejores condiciones de higiene corporal y psíquica.
Con Miss Mary no había hipócritas misterios. Todo era religiosamente natural. ¡Cuánto leíamos en sus ojos, en su voz, vibrante de amor y de verdad, al aprender botánica en la glorieta de su jardín, de nuestro jardín, puesto que nosotros lo cultivábamos, puesto que cada IV año normal, al egresar de la escuela, lo hermoseaba con una fuente, con una glorieta, con árboles, con rosales, con violetas!
¡Las lecciones de crítica pedagógica! Dividía Miss Mary el curso en grupos de a ocho alumnas. Cada día un grupo preparaba el tema a enseñar. En nuestro salón de clase, presidida la sesión por ella, nos ejercitábamos en el arte de hacer descubrir la verdad por el alumno.
Miss Mary llamaba a cualquiera de los del grupo. El alumno-maestro, con todos sus sentidos en tensión, comenzaba a querer enseñar. No bien se equivocaba, Miss Mary exigía que sus compañeros lo criticaran, formulando la pregunta a hacer o indicando el error a corregir. Si, aun así, el practicante no acertaba, pasaba otro a ocupar su lugar, y, si los 8 del grupo designado no acertaban, lo que mil y mil veces ocurrió, Miss Mary tomaba la clase y, con admirable precisión, con 8 ó 4 preguntas llevaba a sus alumnos a descubrir lo que nosotros, inhábilmente, queríamos enseñarles.