hacia ese fin, animada por ese espíritu sin constituir por ello un capítulo especial en los programas de la Escuela Primaria.
Para que sea eficaz, moralmente provechosa, debe basarse en la coeducación. Será obligatoria, pública y colectiva.
Las diferencias de las cualidades sexuales equilibrarán, harmonizarán, recíprocamente los temperamentos y los caracteres. Del mutuo y familiar trato nacerá el compañerismo, la estima, la amistad. El amor, si nace, se desarrolla más tarde, como una consecuencia, la más fecunda, quizás, de la coeducación. Mientras ésta ejerce su influencia docente el sentimiento predominante es la rivalidad intelectual, la crítica, la admiración, muchas veces, el deseo de conocerse mutuamente, de apreciarse como condiscípulos, como caracteres, como voluntades.
En estas condiciones el único peligro inter-sexual desaparece. Ante la realidad se borran esas creaciones imaginativas, ese peligroso encanto de lo desconocido, de lo lejano, de lo idealizado.
Implantada la coeducación en la Enseñanza primaria y en la Universitaria, ¿conviene o no implantarla en la Enseñanza Secundaria?
Es un hecho que, física y moralmente, la edad más peligrosa oscila entre los 13 y los 18 años, edad que corresponde, por atavismo, a la fase aún salvaje de nuestra especie. Además la "educación e instrucción sexual" se bifurcará después de la pubertad para enseñar a la joven sus deberes