sido muy feo pensarlo ó decirlo: ningun Cratchit hubiera dejado de sonrojarse de vergüenza.
Así que terminó la comida, quitaron los manteles, fué barrida la estancia y reanimada la chimenea. Se probó el grog compuesto por Bob y lo encontraron excelente; colocaron en la mesa manzanas y naranjas y entró el rescoldo un buen puñado de castañas. A seguida la familia se arregló alrededor de la chimenea, en círculo como decia Cratchit, en vez de semicírculo, y prepararon toda la cristalería de la familia, consistente en dos vasos y una pequeña taza de servir crema, sin asa. Y esto ¿qué importaba? No por eso dejaban de contener el hirviente licor como si hubieran sido vasos de oro, y Bob escanció la bebida radiante de júbilo, mientras que las castañas se asaban resquebrajándose con ruido al calor del fuego. Entonces Bob pronunció este brindis.
—Felices Páscuas para todos nosotros y nuestros amigos. ¡Que Dios nos bendiga!
Y toda la familia contestó unánimamente.
—¡Que Dios bendiga á cada uno de nosotros! dijo Tiny el último de todos.
Estaba sentado en un taburete cerca su padre. Bob le tenia cogida la descarada mano, como si hubiera querido darle una muestra especial de ternura, y consercarlo á su lado de miedo que se lo quitasen.