Página:Cantico de Navidad.djvu/109

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que las viese entonces penetrar en la casa con los semblantes coloreados por el frio!

A juzgar por el número de personas que se dirigian á las reuniones, se hubiera podido decir que no quedaba nadie en las casas para dar la bienvenida, pero no sucedia así; en todas partes habia amigos que aguardaban con el corazon bien alegre y las chimeneas bien repletas de fuego. Por eso se veia al espíritu arrebatado de entusiasmo, y que descubriendo su ancho pecho y abriendo su dadivosa mano, flotaba por encima de aquella multitud, derramando sobre las gentes su pura y cándida alegría. Hasta los humildes faroleros, acelerándose delante de él, marcando su trabajo con luminosos puntos á lo largo de las calles; hasta los humildes faroleros, ya vestidos para ir á alguna reunion, se reian á carcajadas cuando el espíritu pasaba cerca de ellos, por más que ignorasen lo próximo que lo tenian.

De repente, sin que el espíritu hubiera dicho nada á su compañero, en preparacion para tan brusco tránsito, se encontraron en medio de un lugar pantanoso, triste, desierto y sembrado de grandes montones de piedras, como si allí hubiera un cementerio de gigantes. El agua circulaba por todas partes, y no se ofrecia para ello otro obstáculo que el hielo que la sujetaba prisionera. Aquel suelo no producia más que musgo, retama y una hierba mezquina y ruda. Por