Página:Cantico de Navidad.djvu/115

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ga gana, porque quien padece de sus genialidades y de su mal humor es él y sólo él. Y lo que digo no es porque se le haya puesto en la cabeza rehusar mi convite, pues al fin, de aceptarlo, se hubiera encontrado con una comida detestable.

—¡De veras! Pues yo creo que se ha perdido una buena comida, exclamó su mujer interrumpiéndola. Los convidados fueron de la misma opinion, y necesariamente eran personas muy autorizadas para decirlo, porque acababan de soborearla.

—Me alegro de saberlo, repuso el sobrino de Scrooge, porque no tengo mucha confianza en el talento de estas jóvenes caseras. ¿Qué opinais Topper?

Topper tenía los ojos puestos en una de las cuñaditas de Scrooge, y respondió que un célibe era un miserable pária á quien no le asistía el derecho de emitir opinion sobre tal materia, á cuyas palabras la cuñada del sobrino de Scrooge, aquella jóven tan regordetilla que veia á un extremo con pañoleta de encajes, no la que lleva un ramo de rosas, se puso sofocada.

—Seguid lo que estabais diciendo, Federico, dijo su mujer dando unas palmadas. Nunca acaba lo que ha comenzado. ¡Qué ridículo es eso!

El sobrino de Scrooge soltó la carcajada de nuevo, y como era imposible librarse del contagio, aunque la jóven regordeta trataba