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Página:Cantico de Navidad.djvu/129

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de una enorme tabaquera. Yo me figuraba que no se moriría nunca.

—Dios solo lo sabe, dijo el primero bostezando.

—¿Qué ha hecho de su dinero? preguntó otro señor de rubicunda faz, que ostentaba en la punta de la nariz una enorme lupia colgante como el moco de un pavo.

—No lo sé, contestó el hombre de la triple barba, bostezando de nuevo. Tal vez lo haya dejado á su sociedad: de todas suertes no es á á quien lo ha dejado: hé aquí lo único que sé.

Esta chanza fué recibida con una carcajada general.

—Es probable, continuó el mismo, que las sillas para los funerales no le cuesten nada, así como tampoco los coches, pues juro que no conozco á nadie que esté dispuesto á ir á semejante entierro. ¡Si fuéramos nosotros sin que nos convidaran!

—Me es indiferente con tal que haya refresco, dijo el de la lupia: yo quiero que me den de comer por ese trabajo [1].

—Ya veo, dijo el primer interlocuor, que soy más desinteresado que todos los presentes.

Yo no iría porque me regalaran guantes


  1. Alusion á la costumbre que hay en algunos partes de Europa de honrar los fallecimientos en banquetes, más ó menos espléndidos, segun los medios de la familia.