era un excelente maestro, y aun ahora, al recordar su carácter, estoy convencido de que era uno de los mejores que se han visto. A la ciencia del sabio unia la sencillez del niño, y mediante ésta se pudo explicar bien el por qué de su matrimonio, segun el público; motivo del todo inocente, porque siendo la señora Glumper, Miss Kittie Winkle, directora de una escuela elemental, el buen doctor, por pura compasion hácia las desventuradas víctimas del yugo tiránico de la miss, se decidió á tomar la escuela á su cuidado, merced á lo que ésta se convirtió en un gran establecimiento de setenta alumnos donde sólo las más niños estaban al cuidado de la señora Glumper.
Llegó un medio semestre en que las cosas se presentaron muy mal para nosotros. Nunca como entonces vimos escasear el dinero, y aunque existia la banasta de Hannah, como ella era demasiado lista para cambiar golosinas por prendas, no nos servia.
Nos reunimos en consejo, y como para tales casos nos juntábamos en el prado donde pacia la vaca del doctor, mansa y reposadamente, la vimos y á su aspecto la indignacion se apoderó de todos.
—¡Robémosle el pienso! gritó una voz chillona, salida de los últimos bancos.
—El distinguido tunante que se halla en los últimos escaños, puede darse por feliz con no estar al alcance de mi mano, dijo Jacobo