Página:Cantico de Navidad.djvu/171

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por lo que acaba de indicar el ilustre orador de pantalon manchado de tinta, tal vez le entrase la compasion. Con todo, lo propuesto por mi estimable colega, me ha inspirado una idea que nos puede producir el mismo resultado sin las dificultades que envuelve: que se escape uno de nosotros y propale las causas.

La proposicion fué aceptada; pero ¿quién sería el fugitivo? Porque de serlo furtivamente era como renunciar á la causa paterna. Todos se miraron: ninguno se ofreció al sacrificio.

El presidente los miró con severidad.

—Todos sabeis, exceptuando los nuevos, que en la antigüedad muchos se sacrificaron por el bienestar público generosamente. ¿Faltará un corazon magnánimo entre setenta estómagos desfallecidos? Me parece que Shillito, hambriento como se halla, no titubeará.

El interpelado, llamando encarecidamente al cielo en su ayuda, protestó contra la eleccion.

—Percival Pobjoy, continuó el presidente, la fortuna no os sonríe, sois un pobrete sin un cuarto ni medio. Estais empeñado lo menos para un mes; en el peor predicamento con la señora Glumper, y sin aficion de ninguna clase al arroz ni á la col. Percival, ilustre jóven; tres egregias mujeres cuyos nombres figuran en vuestro