ha subido mucho; algunas libras esterlinas de vuestro mundanal dinero; tres ó cuatro acaso. ¿Merece Feziwig que se le dispensen tantos elogios?
—No es eso, replicó Scrooge al oir esta observación, y hablando como si fuera aquella imágen suya y no como el Scrooge actual; no es eso, espíritu. Está en manos de Feziwig hacernos dichosos ó desgraciados; que nuestra dependencia sea ligera ó incómoda; un placer ó una pena. Que todo ese poder se reduzca á frases ó á miradas; á cosas tan insignificantes, tan fugaces que es imposible acumularlas y sumarlas en una cuenta, ¿qué importa? La dicha que nos proporcionan es tan grande, como si tratase de una gran fortuna.
Scrooge sorprendió en el aparecido una mirada penetrante, y se detuvo.
—¿Qué os ocurre? preguntó el espíritu.
—Nada de particular.
—Sin embargo, teneis aspecto como de hombre á quien le ocurre alguna cosa.
—No, dijo Scrooge, no. Lo que deseo únicamente es poder decir cuatro palabras á mi compañero. Hé ahí todo.
Al manifestar Scrooge este deseo, su imágen apagó los quinqués. Scrooge y el fantasma se encontraron solos al aire libre.
—Mi tiempo pasa, observó el espíritu.... pronto.
Estas palabras no iban dirigidas á Scrooge