nobles aspiraciones delante de la que á todas las ha absorbido: una; la dominante pasion del luero. ¿Estoy en lo cierto?
—Bien, ¿Y qué? Aunque al envejecer me haya hecho más sabio, ¿he cambiado por eso con respecto á vuestra persona?
La jóven movió la cabeza.
—¿He cambiado? insistió Scrooge.
—Nuestro compromiso es muy antiguo. Lo contrajimos cuando éramos unos pobres y estábamos contentos con nuestra situacion. Nos propusimos aguardar á labrarnos una fortuna con una industria y nuestra perseverancia. Vos habeis enmbiado: cuando contrajisteis el compromiso érais otro hombre.
—Era un niño, replicó él con impaciencia.
—Vuestra conciencia os está diciendo que hoy no sois lo que érais entonces. En cuanto á mi la misma soy. Lo que podia haber sido para nosotros una felicidad cuando conteníamos de disgustos hoy que tenemos dos. Es imposible figurarse cuántas veces y con cuánta amargura he pensado y que pueda relevaros de vuestro compromiso y devolveros la palabra.
—¿Lo he querido así?
—De boca no: jamas.
—Entonces ¿cómo?