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Por otra tierra nuestras armas lidian.
¡Oh sin ventura aquel que cae postrado,
No por sus dulces playas, por la esposa
Casta y fiel é idolatrados hijos;
Mas por extraños, por ageno fuego,
Y no al morir le es dado
Clamar: ¡Patria querida
La vida que me diste hora te entrego!

¡Oh edad antigua, amada y venturosa,
Cuando en tropel las gentes
Por la alma patria á perecer corrían!
Y vos; siempre elocuentes,
Ceñidas siempre de gloriosas palmas,
¡Oh tésalas gargantas! donde Persia
Ni el hado mismo doblegar pudieron
Á algunas libres generosas almas!
Yo pienso que las rocas
Plantas y mares y montañas vuestras
Dicen con vago acento al caminante
Cómo aquella ribera
Cubrió toda de cuerpos
Caros á Grecia, la falanje invicta.
Vil por el Helesponto
Jerjes entonces y feroz fugaba,
A ser ludibrio de la edad postrera,
Y sobre la colina
De Antela, en que expirando
Venció á la muerte la legión divina,
Simónides se alzaba
El campo, el mar, el éter contemplando.

Y con el rostro en lágrimas bañado,
Con pie inseguro y fatigoso aliento,