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Acta Apostolica Sedis - Comentario Oficial

En tal estado de cosas, la misma caridad de Cristo Nos estimula a dirigirnos de nuevo a todos vosotros, venerables hermanos, a los fieles a vosotros encomendados, ye en fin a todos los hombres, exhortando a cada uno a unirse y a oponerse con todas sus fuerzas a los males que oprimen a toda la humanidad, y a aquellos aún peores que la amenazan.

Si recorremos con el pensamiento la larga y dolorosa serie de males que, triste herencia del pecado, han señalado al hombre caído las etapas de su peregrinación terrenal, desde el diluvio en adelante, difícilmente nos encontraremos con un malestar espiritual y material tan profundo, tan universal, como el que sufrimos en la hora actual; hasta los terribles calamidades y desastres, que han dejado ciertamente en la vida y en la memoria de los pueblos huellas indelebles, cayeron sobre una nación o sobre otra. En cambio, ahora la humanidad entera se encuentra tan tenazmente agobiada por la crisis financiera y económica que, cuanto más se esfuerza por librarse de ella, tanto más indisolubles resultan sus lazos; no hay pueblo, no hay Estado, no hay sociedad o familia que no sientan, su repercusión en una u otra forma, directa o indirectamente, en mayor o menor grado. Los mismos, escasos por cierto en número, que parecen tener en sus manos, junto con las mayores riquezas, los destinos del mundo; hasta aquellos poquísimos, que con sus especulaciones han sido o son en gran parte la causa de tanto malestar, ellos mismos son con frecuencia sus primeras y más dolorosas víctimas, y arrastran consigo al abismo las fortunas de innumerables otros; verificándose así en modo terrible y en todo el mundo, lo que el Espíritu Santo proclamara para cada uno de los pecadores: «Cada cual es atormentado por las mismas cosas con las que ha pecado»[1].

Lamentable estado de cosas que hace gemir Nuestro corazón de padre y Nos hace sentir siempre más íntimamente la necesidad de imitar, en Nuestra pequeñez, el sublime sentimiento del Corazón Sacratísimo de Jesús clamando también aquel:

  1. Sb 11, 17,