Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/190

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 190 —

turo y recibiera de mí aquella carta que saqué de mi seno para dársela.

¡Con qué expresion de suprema ansiedad recibió mi carta! parecia un hambriento que se lanza sobre un plato de comida!

Estrechó mis manos hasta hacerme mal, y salió rápidamente despues de decirme:

—Hasta mañana, hasta luego, hasta siempre y cada vez que salga tu padre vendré á contemplarte aunque sea un solo segundo.

Mi padre, como el dia anterior, no demoró mas que un momento en la calle, regresando en seguida y mirando siempre á todas partes como si buscara algo.

Al dia siguiente, y apénas salió, recibí la segunda carta de Arturo.

El pobre estaba allí de centinela perpétuo hasta que mi padre salia para poder entrar él.

En aquella carta que creo leí en una sola mirada, me decia que no podria jamas habituarse á vivir separado de mí, que aquella situacion era horrible.

Es preciso que hagamos algo por nuestra felicidad y solo de tí depende, mi ángel, agregaba.

No nos queda sinó un solo recurso, el recurso de la fuga.

Huyendo juntos un poco de tiempo, tu padre, para cubrir la falta, no tendrá mas remedio que consentir en nuestro casamiento, casamiento que le impondrá nuestra situacion y la suya misma.

De otro modo nuestra eterna desgracia es inevitable, pues ya sabes que tu padre no ha de consentir nunca en este casamiento.

Mañana te obligaria á casarte con algun viejo rico y tu pobre Arturo se haria saltar los sesos léjos de tí.

Nuestra felicidad está, pues, en tus manos, Luisa mia.

Medita y contéstame, que solo espero tu contestacion para prepararlo todo.

Yo estaba loca.

No pensaba en otra cosa que en Arturo y no tenia mas voluntad que la suya.

Eso de que podia hacerse saltar los sesos me hacia un efecto de terror imposible de pintar, porqué yo sería la única culpable de semejante desventura.

No pensé, no reflexioné en la enormidad que Arturo me proponia, y le contesté que haria cuanto me dijese.

Para mí aquello era muy simple, puesto que mi padre para evitar el consiguiente ridículo, tendria que consentir en un matrimonio del que dependia la felicidad de toda mi vida.

Esta carta no se la pude dar á Arturo hasta el dia siguiente, porqué mi padre no volvió á salir.

Al llevar la mia, Arturo me dejó otra carta, en la que me manifestaba que era preciso apurar la huida, porqué ya habia sido notada en el barrio su eterna presencia.

Pueden contárselo á tu padre de un momento á otro, me