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Le prevengo que si usted no toma este dinero, creere que usted no me estima, y como yo no puedo ser amigo de un hombre que no me estima, dejaremos de vernos y de tratarnos desde hoy.

Poco vale mi amistad para un jóven como usted, pero en fin, una afeccion leal no está demas, y usted habrá perdido la mia,

Lanza estaba radiante de alegría, alegría que no trataba de disimular.

—Si usted lo toma por ese lado, le dijo, acepto, no me queda mas remedio, pues creo estimar su amistad en todo lo que vale.

Tomaré pues esos dos mil francos y los apuntaré en mi cartera, no como crédito de dinero sinó como crédito de nobleza de espíritu impagable, porqué esto no se paga,

Bendigo las ideas que me han sacado de mi hogar y de mi patria, capitan Caraccio pues he tenido la ocasion de conocer hombres como usted.

Y se dejó introducir en el bolsillo aquella suma de dinero que importaba su salvacion, puesto que importaba la salvacion del rango que pretendia ocupar entre sus flamantes relaciones.

—Ahora, dijo Caraccio, supongo que usted no se negará á venir conmigo á la Cruz de Malta y á donde yo lo quiera llevar.

—Usted dispone de mi como de cosa propia, respondió Lanza; mande no mas, que en usted no miro á un hermano sinó á un padre.

Caraccio y Lanza saliéron juntos, se fuéron á comer á la Cruz de Malta y de allí enderezáron al Alcázar.

Nunca se habia visto a Lanza tan jovial y tan ocurrente como aquella noche.

Se conocia que su espiritu se habia libertado de un gran peso y el capitan Caraccio que lo observaba se felicitó íntimamente de la idea de haberle facilitado aquel dinero.

—¡Pobre jóven! pensaba; ha estado mortificado por un pucho de dinero, y su delicadeza le ha impedido hablar: he sido un bellaco en no haberle ofrecido ántes esos dos mil francos!

Lanza pedia con libertad, puesto que pensaba pagar, así es que se bebia sin reserva de ningun género.

Pero pensar en pagar nada ménos que en el asiento de la Maledicenza, era un descalabro.

Cuando Lanza pidió la cuenta le contestáron que estaba pago.

Inútil fué su enojo con el mozo y la pretension de que le dijera quien habia pagado.

El pagano habia sido Caraccio y buen cuidado habia tenido de encargar que no dijera el mozo quien habia sido.

De la Cruz de Malta se dirigiéron al Alcázar, pero prévia una condicion que impuso Lanza.

—Amigos mios, les dijo, hace una semana que yo soy el obsequiado, y es preciso que alguna vez se me permita ser el obsequiante.

Yo voy al Alcázar esta noche, pero con la condicion de que nadie mas que yo ha de pagar.

De otro modo modo me declaro enfermo y pido permiso para retirarme á la honorable asamblea.

Carlo Lanza.
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