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y acompañado del capitan, se embarcó en una ballenera y se trasladó á bordo.

Allí mismo su presencia no podia ser sospechada, porqué el capitan les habia dicho ya que en Rio contrató otro marinero, de modo que cayó entre los del buque como un compañero de tareas.

—Yo no sé lo que pasaria en tierra, añadió Lanza de una manera picaresca; lo que yo sé es que al dia siguiente levábamos anclas y nos hacíamos á la vela libres de todo temor.

Pero la felicidad no habia sido completa.

Al salir de Rio Janeiro, me apercibí que un paquete de libras esterlinas que habia peparado con anticipacion, con el apuro de la fuga lo habia olvidado sobre el escritorio.

Aquello era una verdadera desgracia, pues fuera de seis ú ocho libras esterlinas que en prevision de cualquier evento habia echado en mis bolsillos, no tenia un centavo mas.

Mi reloj y cadena, que bien valian unos quinientos patacones, los regalé al capitan á quien debia mi salvacion y quien no habia querido cobrarme ni un centavo.

Así salí de Rio Janeiro, abandonando mi fortuna y mis cuantiosos negocios.

Llegué pues á Buenos AIres sin un peso en el bolsillo y sin conocer á nadie, que era lo peor.

¿Qué podia hacer en un país desconocido, sin dinero y sin un solo amigo?

Se me proporcionó ese empleo de mozo en el Hotel Marítimo y yo, ¿qué habia de hacer? lo acepté lleno de agradecimiento á la persona que me lo proporcionó.

De esta manera aseguraba siquiera mi subsistencia y mi vida hasta que se me presentase otra cosa mejor que hacer.

Por eso sigo allí, continuó, aseguro casa, comida y un sueldo.

Mi profesion accidental de mozo de hotel, la miro y la ejerzo como una diversion pasajera.

Así me voy haciendo de relaciones y voy conociendo el país hasta que se me presente algo mejor y mas decente que hacer.

Esta historia narrada con un profundo acento de verdad, fué tragada y dijerida por las damas del Casino.

Aquella aventura no tenia nada de extraordinario, era perfectamente verosímil y aceptable.

¿Qué tenia de extraño que la hija de un baron se enamorase de un hombre jóven, rico y tan buen mozo como Lanza?

Las muchachas se quedáron maravilladas de la historia y cada vez mas enamoradas de Lanza.

—¡Lo que es una lástima, decian, es haber tenido que abandonar su dinero y sus negocios!

—¡Qué me importa todo esto! exclamaba Lanza con infinita soberbia; si conservo mi libertad.

Lo que es dinero no puede faltarle nunca á un hombre de mis condiciones.

En cuanto me sople una ráfaga de buen viento, reanudo mis