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público, tan desamparado, un caudal de be- lleza estupendo. Basta con elegir cuidadosa- mente.
Creo que todas las ““broadcasters”” tienen “directores artísticos”?, puede ser que alguno de ellos, aunque parezca imposible, culto y ex- perto, facilite mi propósito.
De sueldo ya se sabe, lo que quieran darme. El caso es ir defendiéndome.
Me ha costado mucho trabajo entrevistar- me con este señor que hasta ayer era un po- bre diablo y hoy es una potencia.
Me lleva hasta él una cancionista de tangos, la mejor cuña.
—Sí señor, yo deseaba proponerle esto: Hay joyas de la literatura mundial, escasa- mente o nada conocidas; ya que se trasmi- ten tantos malos versitos ¿no podríamos leer páginas muy hermosas — tengo bnen timbre de voz — media hora por día, o bien dos o tres veces por semana?
El magnate, cavila, piensa, me observa, pa- rece que va a parir el mundo, nuevamente. Al fin contesta.
—No señorita, eso no, no hay interés.
—Vea señor que una parte de público in- teligente quisiera...
—No interesa. ¿No tiene alguna idea ori-
