Página:Carnelli Quiero trabajo.djvu/74

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Avergonzada, baja la cabeza, como un reo convicto, asida de su brazo y cubriéndome con su cuerpo, penetré al cuarto. Frío, triste, desgastado y árido cuarto. Estoy viendo aún la amplitud de su lecho, el raído diván, las oleografías realistas de las paredes, el es- pejo y el biombo del ángulo, disimulando apenas el servicio de higiene.

Posáronse mis ojos sobre los muebles, lar- go rato, fríos y cansados, pero no llegó a la amargura mi desasosiego. Era tierno, fi- no y ardiente en sus caricias. Me abandoné a ellas sin gustarlas casi, la unión fué así una corriente desencontrada. Y no me refie- ro al desahogo sexual, precisamente, eso era cosa harto difícil, sólo mi marido había lo- grado el privilegio, sino a esa alegría de dar- se, a esa pasión de la entrega que suple en las mujeres, maravillosamente, a la volup- tuosidad.

Mecida por sus besos, el sueño, de punti- llas, se arrimó hasta mis párpados.

A media noche una corriente de aire es- tremeciendo mi cuerpo me hizo buscar el su- yo. Tosí. Entre dormida y despierta lo sen- tí levantarre, buscar abrigo y tenderlo sobre mí, suavemente. Luego, sus labios, rozando

Esmas 4