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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

ñía de Jesus, accion de un corazon lastimado y bárbaro, y dejan en blanco la traicion de los nuestros, habiendo de ser mas culpable y censurada por la obligacion de cristianos, de personas de mas discurso y sujecion a los que gobiernan y a nuestros superiores. Oidas las razones de este cacique, y averigualas, ¿habrá alguno que le culpe? ¿A quién llegan a la mujer que no desespere? a quién hacen ofensa tan manifiesta que la disimule? ¿Pudieron hacerle mayor agravio, ni ponerle lance de mas vivo sentimiento que quitarle las mujeres? no por cierto: bien claro nos lo muestra el libro segundo de los Reyes. Envió Dios al profeta Natan a manifestar a. David la culpa de su adulterio y homicidio. Y el castigo que le insinúa por él, es decirle que por el delito que ha cometido y pecado tan de mayor marca como el que ha ejecutado, le ha de dar la pena conforme su merecimiento, quitándole sus mujeres y entregándolas a otro para que duerma con ellas en la presencia de todos: así lo dice el texto. Con que se conoce que no hai mayor castigo ni que cause mas dolor, que quitarle a uno la mujer y entregársela a otro. Pues en otra ocasion amenazó Dios N. S. a los pecadores obstinados, por el profeta Amos, con este mismo castigo; en cuyo lugar dijo San Remijio estas palabras: gran tristeza causa y gran dolor al marido el ver a sus ojos manchado su honor y debajo de dominio ajeno a su mujer. ¿Qué sentiria Ancanamon verse sin sus mujeres y debajo del dominio de sus enemigos estragadas, que con capa de amistad hicieron con él semejante desafuero? Entre la mano cada uno en su pecho y medite el caso como es justo, y verá si es culpable la accion de este cacique, o nuestra mala correspondencia, de la cual se han orijinado las mas veces las variedades de estos indios y sus rebeliones, y tambien los castigos que habemos experimentado de la mano de Dios, como lo irá verificando esta verdadera historia. No supe qué responder a razones tan ciertas y agravios tan conocidos como los que me refirió este cacique, mas que decirle que su indignacion habia sido justificada y su venganza debida correspondencia a la que con él habian tenido; que no lo podia negar (le dije), y que me habia alegrado infinito haberle oido el subceso, por haber quedado con ciertas noticias de él. Muchas cosas pudiera referiros (me volvió a decir Ancanamon) de las que los españoles hicieron con nosotros en sus principios, pues por no haber podido nuestros antiguos antepasados tolerar las vejeciones y agravios que les hacian, los obligaron a cojer las armas y sacudir el yugo de su servidumbre; que tal vez al mas cobarde suele la desesperacion dar valor y esforzado atrevimiento. Decis mui bien (respondí al cacique), que esa verdad se ha experimentado en muchas ocasiones, y elegantemente nos lo dice así Vegecio con las siguientes palabras: al oprimido la mesma opresion le alienta y da valor y sobrado esfuerzo, y desesperado emprehende lo que desahogado y libre no intentara, porque el que tiene la muerte por sin duda, se arroja con denuedo a conseguirla breve. En el tiempo que estuvimos cenando y en buena conversacion entre-