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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

de sus voces recordamos aflijidos, cuando dieron el asalto, y dije a mis compañeros, que de ninguna suerte hiciesen movimiento alguno, que sin duda era la jente de la cordillera que venia en mi demanda. No deben de ser, sino es los españoles (dijo el uno de ellos) que vienen a maloquearnos. Es imposible (les respondí) porque no es tiempo de eso, que estan los rios mui erecidos y dilatadas nuestras armas. Callemos ahora y no hagamos ruido, que parece que andan cerca de nosotros. Con esto nos sosegamos y oimos gran rumor de caballerías ácia los ranchos, y en la montaña adonde asistíamos, algunas voces y razones que decian: aquí anda jente, venid por aquí, y volved por allá, y otros que en altas voces decian, como que divisaban algunas personas: salid acá afuera, que os habemos visto, venid acá ántes que vamos por vosotros. Yo me quedé verdaderamente suspenso, juzgando que habian oido algun desden nuestro o bamboleo de los árboles, y si como dijeron salid acá afuera, dicen bajúos abajo, fuera mayor mi afliccion y mas viva la congoja. Con estos sustos y recelos nos estuvimos sin mover pié ni mano, ni osar hablar una palabra, hasta que Dios fué servido de que se sosegase aquel tumulto, y que al romper el dia las obscuras cortinas de la noche viésemos pasar las cuadrillas y tropas enemigas por la otra parte del rio, que se retiraban despues de haber penetrado nuestro monte y rejistrado los ranchos de mi amo, a quien no hallaron en él: solo hallaron al viejo Llancareu y las mujeres, quienes les dijeron, que fuesen a donde estaba su hijo Maulican, que allí me tenia a mí, que bien cerca estaba; que fuesen a buscarlo, que él sabria defenderse y volver por sí y por su español; y como ne hallaron lo que deseaban, habiéndoles salido en vano su desvelo, al esclarecer el dia se volvieron a sus tierras, como he dicho. Y con haberlos visto retirar con toda priesa, no nos atrevimos a hacer ruido ni a hablar una palabra, hasta que salido el sol, al mui buen rato, vino Llancareu el viejo y un hermano suyo con su mujer, y la chicuela que me solia traer de comer, y arrimándose al paso por adonde subíamos al ranchuelo, nos llamaron repetidas veces; que conocidas las voces de los nuestros bajaron mis compañeros, quienes me llamaron despues asegurándome del recelo y temor con que habia quedado por el alboroto y tropel de aquella noche. Bajé con gusto de la garita o choza que en lo superior de un árbol nos guardaba, y como no estaba acostumbrado a descolgarme de sus ramas como los muchachos mis compañeros, con tiento y con recelo asegurándome venia por entre ellas, como a gatas, de que se orijinó grande risa y alborozo alegre entre los que me esperaban al pié de aquella escalera, a quienes ayudé a reir y a regocijar el gusto que tuvieron de verme atribulado y entre las ramas densas confuso y aferrado: cuando bajé abajo, ya habian dado principio a hacer una buena candelada algo distante del árbol por adonde bajábamos y subíamos, en cuyo sitio nos asentamos al amor del fuego a almorzar mui despacio y a beber un cántaro de chicha que llevaron, de buen porte. Tratóse de la maloca que nos habian hecho los serranos enem¡BIBLIOTECA NACIONAL BIBLIOTECA AMERICANA DIEGO BARROS ARANA"