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HISTORIADORES DE CHILE.

este ejercicio gustosamente ocupado, llegaron mis compañeros los mu chachos, con aviso de que mi amo habia vuelto a su casa del retiro que habia hecho, deseoso de verme y abrazarme, y que al echar la noche sus cortinas negras, nos fuésemos al rancho, dejando nuestra cama en la garita como estaba, porque habíamos de volver a dormir en ella despues de haber cenado y brindádonos a gusto, por los recelos con que se hallaba Maulican de la traicion del cacique Leumullanca, su compañero en las juntas de guerra y parlamentos que en su parcialidad se les ofrecian; que del ladron de casa y del enemigo arrebozado, es de quien se deben guardar los mas leales. Salimos de la montaña con vislumbres de la luna que asomaba, aunque por entre nublados, que sus obscuridades prometian volver a continuar sus aguas; llegamos a los ranchos como ocultos, adonde hallamos a Maulican mi amo con Llancareu su padre y toda su familia. Recibiéronme gustosos, asentándome en medio padre y hijo despues de haberme abrazado; díjome Maulican con alegre semblante: ¿cómo te ha ido (capitan) en la montaña y encima de aquellos árboles cómo te acomodaste? Respondíle que sin su abrigo y amparo, cómo me podia ir, sino era mui mal y a mi disgusto, y mas cuando tuve sobre mí aquel tropel y gran ruido de las armas de nuestros enemigos, y en mis oidos el rumor y las voces de los que me buscaban con anhelo rabioso; digote de verdad (le repeti) que fué grande el aprieto en que me vide, y lo mas sensible en la ocasion fué el considerarte ausente y verme sin el abrigo de tu valerosa persona, cuando me contemplé entre las manos y garras de aquellas sangrientas fieras. Pues ¿yo te habia de dejar, vochum (dijo Maulican) (que quiere decir hijo mio), sino fuese en parte tan oculta y segura como aquella? excusé el estar en mi rancho por acuerdo y consejo de mis amigos, y porque juzgué era mas conveniente el ausentarme, así porque no entendiesen que habíamos tenido aviso de nuestro amigo Colpuche, como porque no nos sucediese algun pesado disgusto entre nosotros; y con haberme ausentado, se excusaron todos estos inconvinientes [sic] que os he dicho. Mui cuerdamente hiciste lo que maduro pensaste (dije a mi amo), que es mas ejecutar lo considerado, que consultarlo prudente, como Ciceron lo enseña. Ahora me veo consolado en tu presencia y fuera de los temores que me asustaban, estando debajo de tu sombra y de tu amparo. Sacaron de cenar de lo que tenian y acostumbraban, y la hija del viejo a quien me habia encargado, me puso delante un cántaro de chicha de frutillas secas, que para mí era el regalo mayor que se me hacia, con la cual brindé a mi amo y al viejo Llancareu su padre. Acabamos de cenar con mucho gusto, y volvimos a nuestra habitacion mis compañeros y yo, y ántes de acostarnos en la cama, me pidieron los muchachos que les enseñase otra oracion, porque ya sabian el Padre nuestro. Díjeles que lo repitiesen, que queria primero oirles y saber si le tenian bien en la memoria: recítole cada uno de por sí escojidamente, y alabéles el cuidado y amor con que habian aprehendido la licion, y díles otra nueva del Ave María, que despues de habérsela repetido tres o cuatro veces, les dije