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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

ñalar con el dedo (como dicen) en estos nuestros paises, que en presencia de los príncipes y superiores que gobiernan, engrandecen y alaban sus acciones, y en su ausencia las vituperan! Juzgo a estos tales imitadores de los fariseos, como las aguas de un lugar que refiere Plinio, que puestas ciertos dias señalados del año a la vista del templo del dios Júpiter, tenian sabor de vino, mas en apartándolas de su presencia se volvian a su antiguo sabor.

A su imitacion algunos, cuando se hallan en el templo de la superioridad y grandeza de los que gobiernan y rijen, los verémos mui solícitos y cuidadosos en alabarlos, en apoyar sus acciones y en irse con la corriente de su paladar y gusto; mas en apartándose de su presencia, ¡qué presto mudan de parecer! al instante le condenan y en un momento le crucifican, trocándose como las aguas de Plinio.

Bien habia en que dilatar este capítulo, mas no faltará ocasion en que manifestar verdades, si puedo, como dijo San Juan en su segunda epístola, boca a boca: spero enim me futurum apud vos; supuesto que el principal blanco a que se encaminan mis discursos, no es otro que hacer las verdades patentes. Con que darémos principio a mi Captiverio feliz, de adonde sacarémos el fundamento de la dilacion de esta guerra de Chile, pues lo uno y lo otro viene a ser directo blanco de este libro.

CAPITULO II.

En que se trata brevemente de mis primeros años y de la suerte que entré a servir al Rei nuestro señor.

El tiempo de mi niñez hasta los diez y seis años ocupé en el ejercicio de las letras, si bien en poco no se puede adquirir mucho. Despues de haber cursado las escuelas algun tiempo y llegado a penetrar con el discurso algo de lo que la ciencia filosófica nos muestra; (por ciertos juveniles desaciertos, que suelen servir de escollos que obligan a amainar las velas al injenio que con mas pompa y lucimiento sulca el inmenso mar de la sabiduría) así por esto como por verse ya o haberse hallado en aquel tiempo mi amado padre (que Dios tenga en descanso) imposibilitado de proseguir con su tan fervorosa inclinacion de servir a S. M., con los trabajos tan ordinarios que en este reino pasó desde edad de catorce años hasta los de sesenta y seis, que fué en la que se hallaba cuando se retiró de la guerra dejando el oficio de maestro de campo jeneral que en tiempo de cuatro gobernadores ejerció, conservándole en él mas de diez años por conveniencia del Rei nuestro señor y aumento de sus fronteras; y estando, como estaba, sin una de las dos naturales luces que acompañan y adornan el rostro de la criatura mas perfecta, y sin el fundamento principal de la ajitacion humana (pues para haber de mover los piés a alguna parte le era forzoso valerse de artificiosas trazas y instrumentos de madera), determinó sacarme de la clausura y colejios adonde desde edad de seis a siete años me habia puesto; ha-