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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

lo propio), que siempre se hallan con insaciable sed aunque esten en medio de copiosas y abundantes fuentes; así lo sintió Lucano:

Stabant in margine sitiæ
Aspides, in mediis sitiebant dispades undis.

Los áspides ardientes.
En medio de las ondas abundantes
Y de claras corrientes,
Mas se dientos se muestran que de ántes,
Que su anhelo sediento
Compite con la sed del avariento.

Prosigamos con nuestra historia, que de ella irémos sacando lo que habrémos menester para la principal proposicion de este libro.

El gobernador que en aquellos tiempos gobernaba, era caballero de todas prendas, gran soldado, cortes y atento a los méritos y servicios de los que servian a S. M., y considerando los calificados de mi padre, le habia enviado a ofrecer una bandera o compañía de infantería para que yo fuese a servir al Rei nuestro señor, con mas comodidad y lucimiento, a uno de los dos tercios, dejándolo a su disposicion y gusto. De lo cual le hice recordacion diciéndole, que pareceria mas bien, que como hijo suyo me diferenciase de otros, acetando la merced y ofrecimiento del capitan jeneral y presidente: razones que en sus oidos hicieron tal disonancia, que le obligaron a asentarse en la cama (que de ordinario a mas no poder la asistia) y decirme con palabras desabridas y ásperas, que no sabia ni entendia lo que hablaba; que cómo pretendia entrar sirviendo al Rei nuestro señor con oficio de capitan, si no sabia ser soldado; que cómo me habia de atrever a ordenar ni mandar a los experimentados y antiguos en la guerra sin saber lo que mandaba; que solo serviria de darles que notar y que reir, porque quien no habia aprendido a obedecer, era imposible que supiese bien mandar. Y consolóme algo esta razon, por haberme acordado en aquel instante de unas elegantes palabras de Ciceron, que dice que es forzoso que haya sabido algun tiempo obedecer el que sabe bien mandar, y que es mui digno y merecedor del mando el que sabe obedecer. Autoriza estas palabras el glorioso padre San Gregorio diciendo, que no se atreva a ser superior prelado quien no ha sabido ser súbdito obediente.

Y a este propósito diré un pensar agudo del doctísimo Lira, que hizo un reparo en las palabras del profeta Eliseo cuando por esos aires fué arrebatado su querido maestro: padre mio, carroza de Israel (le dice) y carrocero della, ¿cómo puede ser uno el que es rejido, y el mesmo el que gobierna? y responde nuestro citado doctor: el carro que es rejido y gobernado se antepone al que le rije, para darnos a entender que ninguno supo mas bien mandar, que el que ántes aprehendió a obedecer.

¡O cómo fuera de grandísima importancia a nuestra real corona el que los pretendientes de estos siglos tuviesen una respuesta como la