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HISTORIADORES DE CHILE.

que tuve de mi amado padre, que como tan gran soldado no se dejó llevar de la aficion que pudo inclinarle al aumento y honra de su hijo, como anteponen otros padres de las repúblicas y ejércitos a los que son de su devocion y a sus criados, sin tener mas méritos y experiencias que las que quieren los superiores darles; al contrario de lo que se experimentó en el que atendia mas a las conveniencias públicas que a las que le tocaban tan de cerca, y miraba con todo desvelo el mayor servicio de S. M.: que lo es grande el que se les cierre la puerta a los que con dineros y otras dependencias solicitan honores y dignidades, y los mas, gobiernos militares, sin haber sabido lo que es ser soldados; con que fácilmente, en adquiriéndolos, van de mal en peor los sucesos de la guerra, y el gobierno político de la mesma suerte. Qué bien ajustaba aquí el decirles, que aprehendiesen ante todas cosas a obedecer a otros para saber mandar con experiencias.

Con esta consideracion fuí a cumplir el mandato de mi padre al estado de Arauco, con toda presteza (porque el fiel obediente (como dijo San Bernardo) no conoce la tardanza), adonde de soldado procuré hacerme capaz en breve tiempo de lo que a un mílite de obligaciones le es forzoso y conveniente, y que procura no quedarse atras en el ejercicio que profesa. Y por no dilatarme en lo que no es tan del intento del asunto, digo que en algunos años que asistí en aquel estado, ocupé el puesto de alférez de la compañía del maestro de campo del tercio, cabo y gobernador de ella cerca de dos años, y despues el de capitan de infantería española, hasta que por indisposicion y achaque que me sobrevino, habiendo vuelto a cobrar salud a casa de mi padre, quedé reformado; y habiéndola solicitado con todo desvelo porque volviese a continuar el real servicio, me hizo volver a él, como lo hice asistiendo siempre cerca de la persona del presidente, gobernador y capitan jeneral de este reino. Y habiendo sucedido algunos desastres y no bien afortunados acaecimientos en encuentros con el enemigo, me mandaron volver a servir otra compañía de infantería española en el tercio de San Felipe de Austria, que era entónces el blanco donde el enemigo solicitaba hacer sus tiros; y por ser parte mas peligrosa y mayor riesgo, estimé el favor que se me hizo, y le admití con todo gusto por el amor y voluntad con que deseaba acertar a servir a S. M. y perder la vida en su servicio, si se ofreciese ocasion. Y concluiré este capítulo con ponderar la lealtad y el fervor con que en un reino como este de Chile tan remoto, procuramos oponer nuestras vidas al peligro que consigo trae la guerra vinculado, por el poco premio que esperamos en rejiones tan distantes y apartadas de la presencia de nuestro gran monarca, nuestro Rei y natural señor, adonde podré decir y asegurar con verdad por la experiencia que tengo adquirida, que son antepuestos y aventajados los que (aun con descrédito de sus personas) han buscado y adquirido algunos maravedises, a los que con sobrada opinion los han sabido gastar en el real servicio y defensa de su patria.

Ejemplares pudiera poner muchos, si el decir verdades no fuese peli-