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HISTORIADORES DE CHILE.

aumenta, minora y enflaquece las de los contrarios. Así se verifica en el portentoso suceso y caso raro que refiere el doctor Jansonio Docomense Frigio en su libro sesto. Los señores y príncipes de la nacion Bartolda contendian de ordinario con los de Bravancia y en todas ocasiones salian vencidos los bartoldos de la otra nacion, a quien su duque y cabeza los asistia y acompañaba en sus batallas. Murió el duque y su señor, y quedó el heredero tan pequeño que apénas tenia un año, a cuya causa en las demas ocasiones de contienda, que de ordinario venian a las manos, sin asistencia de su duque por su fatal ausencia, los que de antes eran gloriosos vencedores volvian ignominiosamente vencidos. Entraron en consejo, y reparando qué podia ser la causa del cambio de aquellas suertes, vinieron a colejir y sacar por consecuencia que sin duda alguna era la falta de su príncipe y natural señor y cabeza, que los asistia y acompañaba dándoles valor y esfuerzo. De cuyo acuerdo y junta de guerra salió por todos decretado, que en el primer encuentro que se les ofreciese, llevasen a la guerra al heredero niño. Hiciéronlo así; y con ser verdad que era tan pequeño que la cuna le servia de caballo, sus delicados pañales de aceradas armas, y sus tiernos y lastimosos lloros de fervorosas y alentadas voces, pudo tanto su presencia para con sus leales vasallos, que vencieron gloriosamente a los que de ántes los habian sujetado y vencido sin esta dilijencia. Y así dice Jansonio: tanto como esto puede la presencia de un lejítimo príncipe y natural señor en sus vasallos; y mas adelante prosigue diciendo: ¿quién hai que ignore que la presencia del príncipe y lejítimo dueño sea de tanta importancia como el piloto en la nave, el padre en su familia, el rector en su escuela, y el sol en el cielo? Y podrémos decir a nuestro intento, que los trabajos, miserias y desdichas que [se] padecen en este aflijido reino sin esperanzas de premio, son mas de estimar y agradecer que los méritos y servicios (por aventajados que sean) adquiridos y obrados en la presencia y a los ojos de nuestro Rei y natural señor, tan justificado como piadoso, en quien tienen piloto que los rija, padre que los ampare, rector que los encamine y sol que los alumbre.

CAPITULO III.

Que trata de la pérdida y muerte del correjidor de la ciudad de Chillan; de cuyo desastre resultó la batalla en que quedaron muertos y cautivos mas de cien hombres y el autor preso.

Qué sujetos estan a dar de ojos, los que no los pusieren con acuerdo en los daños y tropiezos que anticipadamente a otros derriban; y es cosa averiguada y verdadera, haberse orijinado mas crecidos males de no haber procurado con efecto remediar los menores, poniendo los ajenos peligros a la vista por no caer incautos en los que inadvertidos experimentaron otros. Qué bien lo dijo todo San Isidoro en las siguientes palabras: huye (dice) de la cueva o foso adonde en tu presencia viste al otro caido y derribado; teme los peligros ajenos en ti mesmo.