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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

NUNEZ DE PINEDA Y BASCONAN. helpomingize and ou nosotros, él se acercase al dormido, y en descargando el golpe sobre el anciano, ejecutase tambien en el inadvertido chapeton y descuidado soldado la sentencia de muerte pronunciada: sucediónos a medida del deseo y como lo pintamos, y con un macheton que traia el viejo, y con los azadones que teníamos, hicimos las cormas treinta mil pedazos. Habia entre nosotros dos valerosos indios, de toda la tierra baqueanos, y de los caminos de la cordillera expertos por haberlos pisado algunas veces, y entrando en consulta, se resolvieron encaminarse ácia la costa por el propio camino de las chacras y estancias de los españoles, como lo hicimos, y en unas serranías y barrancas que estaban cerca del lugar, que las olas del mar las combatian, nos emboscamos, y en ellas estuvimos hasta mas de la media noche; quiso tambien nuestra dichosa suerte que hasta ponerse el sol no nos echasen ménos, porque el soldado que se iba a pasear, volvia siempre a aquellas horas, y hasta entonces no pudo dar aviso de lo que pasaba. Habiendo hallado a los compañeros muertos, y las cormas arrojadas por el suelo hechas pedazos, fué a tocar arma a prima noche a los de la ciudad y a sus militares oficiales, con que no pudieron echar jente en demanda de nuestros rastros, sino fué mui tarde y a deshoras de la noche obscura; enviaron a cojer todos los caminos, juzgando (claro está) que habíamos de tirar para nuestras tierras, mas los baqueanos y astutos compañeros se fueron caminando por el camino real de las estancias de los españoles, con que era imposible cojernos el rastro, porque era forzoso que ellos tirasen ácia nuestras tierras a cortar los caminos, y nosotros a la contra nos encaminábamos a las suyas. Aquella noche salimos de las barrancas del mar, y en algunas estanzuelas, que arrimadas a sus orillas estaban sus poblaciones, encontramos los caballos que hubimos menester, dos aquí y otros tantos en otra parte, con que nos aviamos mui a gusto. Pasamos aquella noche el rio que llaman de Itata, camino para Santiago, y sin recelo alguno nos fuimos arrimando a la cordill nevada, y por un camino de los Puelches (que son indios serranos, de diferente lengua y traje), por la orilla de un rio que llaman Longaví, nos entramos a un valle que entre dos cordilleras se nos mostraba ameno. Antes de entrar en estas serranías y ásperos despeñaderos nos pertrechamos de corderos gordos, terneros y legumbres de las chacras, con otros caballos que encontramos con que aliviar los primeros, que los unos y los otros nos fueron de mucha importancia para la brevedad de nuestro viaje por entre aquellas serranías y pedregales, que en mi vida habia visto ni aun imajinado que pudiesen ser tratables tan empinados cerros, por muchas partes cubiertos de cuajada nieve, pasando por cima de ella en diversas estrechuras, que lo áspero de sus veredas nos obligaba de ordinario a pasarlas a pié, con los caballos de diestro. Con esto dejamos burlados a los que nos asechaban por las fronteras del Biobio, que es el camino comun para nuestras tierras, que aunque el que trajimos fué trabajoso y dilatado, aseguramos con eso nuestras vidas. Dejo las penalidades, miserias y desdichas que padecimos, por-