Página:Cautiverio feliz, y razón de las guerras dilatadas de Chile.pdf/298

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
284
HISTORIADORES DE CHILE.

de la ciudad, que desde ella nos podian estar atalayando; continuamos dos dias este trabajo, habiendo salido en compañía de un español viejo, que nos alquilaba, y dos chapetones soldados, que servian de guardia: estos se iban a pasear y dejaban al viejo solo, juzgando que bastaria su asistencia y cuidado para los que estábamos aprisionados. Con esta advertencia dispusimos hacer fuga al cuarto dia, como en hecho de verdad pusimos en ejecucion nuestro disinios, y fué de la suerte que os referiré. tigenisler 394) Salimos al tercer dia con intencion de ejecutar lo comunicado, y parece que no se nos dispuso tan bien como deseábamos, por haber los dos soldados asistido con el viejo, y comido con él aquel dia, con que salieron tarde a su paseo. El cuarto dia salimos ya resueltos a poner en obra lo dispuesto, aunque fuese a costa de las vidas de todos tres guardianes, que a esta resolucion nos insistió [sic] y puso espuelas el haber visto que los dos soldadillos desharrapados y sin espadas, dejaban al viejo solo, principalmente el uno de ellos que se iba a pasear, y el otro se echaba a dormir sin cuidado ni recelo alguno, que la confianza de vernos aprisionados y con cormas, les aseguraba el hecho que emprendimos. Llevaban de comer al viejo de su casa, y para nosotros de la mesma suerte, a mediodía, y aquel dia permitió nuestra fortuna sernos propicia y favorable, con habernos llevado de comer mas temprano que otras veces; que solian hacerlo los muchachos poco ántes de tocar las campanas a vísperas, que entónces empezaba a cruzar mucha jente las por calles, y por los caminos pasajeros que pudiesen a lo largo divisarnos; y como se adelantaron aquel dia, se volvieron a tiempo que al de la siesta nos quedamos solos, de tal suerte que no parecia una alma en las calles ni caminos. Uno de los chapesillos y guardianes se echó a dormir, luego que acabó de comer, debajo de unas ramas que para el reparo del sol habian subido a lo alto de la viña, y el otro al instante se fué a pasear como solia, con que no paraba un momento con nosotros: solo el viejo nos asistia con un chuzo o lanzon en la mano, que mas le servia de bordon para afirmarse, que de arma para su defensa; a este con astucia lo engañamos, con decir que cavando en una cepa, habíamos descubierto una cueva o huaca, en la cual parecia haber algun tesoro sepultado. Pusímonos como admirados a la redonda del hoyo o socavon descubierto, y cuando el viejo nos vió de aquella suerte, solícito y cuidadoso se fué allegando a nosotros, preguntando la causa de nuestra admiracion: todo esto finjimos por hallarnos juntos para matarle, porque no se nos escapase; dijímosle lo referido de la cueva, y el pobrę inocente se acercó a mirarla (que la curiosidad y la cudicia suelen no dar lugar al mas avisado discurso a reparar lo que nos importa muchas veces). Luego que estuvo entre nosotros, le cojió por las espaldas uno de los mas atrevidos y alentados, y otro le descargó en la cabeza tan grande golpe, con uno de los azadones con que cavábamos la viña, que le dejó sin sentido, y al segundo quedó privado de la vida. El uno de los nuestros estaba advertido que cuando el viejo se fuese arrimando a