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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN. XXXI. MATA DAR 287 CAPITULO En que se da a entender que por la relacion del cacique de la Villarica cobró tanto amor al autor el cacique Quilalebo, que le ofre ió su hija, siendo así que desde que se levantó la tierra hasta entónces, no habia podido arrostrar ni hablar a ningun español cautivo, ni mostrarle el rostro alegre. Apénas acabó de pronunciar estas razones, cuando se levantó de su asiento el cacique Quilalebo, y se vino a donde yo estaba, diciendo en altas voces con notable regocijo: abrazadme, capitan, que de hoi en adelante habeis de ser mi íntimo camarada y amigo verdadero. Levantéme con toda sumision y reverencia a abrazarle, como lo hice obedeciendo su mandato; y despues cojiéndome del brazo, me asentó junto a sí, dejándome en medio de mi viejo Tureopillan y de su lado, y prosiguió sus razones de esta suerte: Bien os consta y sabeis con evidencia, caciques amigos y compañeros, nombrando por sus nombres a los mas antiguos y principales (que es lo que acostumbran en sus parlamentos), que desde que despoblamos estas antiguas ciudades, y de nuestras tierras aventamos a los españoles, no he podido reducirme ni acabar conmigo, el hablar a ninguno de cuantos captivos han estado entre nosotros, ni aun a mirarlos a la cara me he inclinado, por las malas obras y vejaciones que experimenté en los primeros españoles, no habiendo podido tolerarlas, que aun repetidas y traidas a la memoria, me lastiman y me ofenden. Esta fué la causa de que me hubiese quedado tal horror y aborrecimiento a sus acciones; y os aseguro de verdad, que con ser así lo referido, luego que ví a este pichiquinca (que quiere decir español muchacho), naturalmente en lo interior de mi corazon tuvo lugar su agradable aspecto, su humildad y su compostura, y aunque me inclinaba a comunicarle por una parte, por otra la continuacion de tantos años en el entredicho puesto a mis razones, me las reprimia, y acortaba el ánimo para no manifestar ni hacer patentes mis afectos. Mas, con lo que vos, Lepumante (que así se nombraba el cacique de la Villarica), habeis dicho acreditando el concepto que de este capitan tenia, y de su buen natural y jeneroso pecho, no me tendréis a liviandad que haga con él estas y muchas mas finezas. Y volviendo a echarme los brazos, me dijo habia de ser su quempo (que quiere decir yerno), ofreciéndome una hija mestiza que tenia, de mui buen parecer, y otras cosas notables que despues en su lugar se irán manifestando. Volvamos ahora al cacique forastero Lepumante, y descubrirémos los quilates de su agradecimiento. Preguntóme si me acordaba dél y de lo que habia referido; a que le respondí, que de haber hecho la accion tenia memoria, pero que me faltaba el conocimiento de la persona con quien la habia obrado, y que así no estaba cierto si fuese él, o fuese otro el beneficiado. Pues yo era, capitan, repitió el cacique, y me acuerdo mui que traias un vestido azul con muchos pasamanos de plata, y la bien Min