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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

CAPITULO V.

En que se refiere la batalla que el tercio de San Felipe de Austria tuvo en el sitio de las Cangrejeras, adonde murieron 100 hombres y el autor quedó preso.

Muchas claras verdades quisiera pasar en blanco y omitirlas por ser, como tengo dicho, aborrecibles y odiosas con extremo; mas aunque las considere así, y que al salir a la plaza es forzoso que tropiecen, y que con efecto caigan, siendo lo mas cierto, como parece en la boca de un profeta diciendo: la verdad está caida en esas plazas, abatida y postrada por los suelos, y la justicia a lo largo retirada; no por eso podré excusar algunas, porque de ellas es forzoso se deriven y saquen várias consecuencias de que necesita el fundamental asumpto de este libro; aunque procuraré que sea con la piedad y compostura que la ocasion me diere.

Una legua de nuestro cuartel (como queda referido) llegaron mas de ochocientos indios enemigos, y en un estrecho paso del estero que llaman las Cangrejeras, nos aguardaron resueltos y alentados, adonde tuvimos el encuentro y batalla campal, que fué como se sigue.

Luego que nos tocaron alarma de que el enemigo habia corrido nuestras estancias comarcanas y hecho gran estrago en ellas, captivado y muerto muchos habitadores, quemado y saqueado algunas chacras y heredades, el sarjento mayor y cabo de nuestra frontera despachó con toda priesa la caballería adelante, a que reconociese por adonde se retiraba la enemiga tropa; que el número de jente que salió del tercio, seria solamente de setenta hombres (la causa se irá manifestando en lo siguiente). Encamináronse al paso referido, por adonde se venian retirando las cuadrillas que para diferentes partes se habian dividido, con órden de como fuesen llegando, se aguardasen las unas a las otras en aquel mal paso del estero de las Cangrejeras; y aunque pudieron sin arrimarse a nuestro tercio retirarse con la presa que llevaban, conociendo la flaqueza y falta de soldados con que se hallaba, pues en aquel tiempo se componia de pocos mas de ducientos hombres (mal avenidos y peor diciplinados), no quisieron extraviarse; ántes sí haciendo tiempo para aguardarnos y seguir la dicha que les iba corriendo, se vinieron acercando a nuestras armas. Y llegando a tocar esta materia, se me vino a la memoria en este instante lo que nos aconteció en el rio de Puchanque estando entre sus bosques de emboscada, cuando se nos fueron de las manos los tres corredores del enemigo, que en el capítulo pasado referimos; que (aunque en este sirva de paréntesis) referiré el caso lastimoso para que se confirme lo que he dicho y se manifieste claro lo mal industriados que en su militar profesion en aquellos tiempos estaban los mas soldados.

Cuando salimos en seguimiento de los tres corredores del enemigo, del emboscadero adonde estábamos (que por habernos sentido nos volvian las espaldas), se le disparó el arcabuz que llevaba a un soldado, y