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HISTORIADORES DE CHILE.

mató a otro que delante de él estaba, sin que pudiese hablar palabra; con cuyo subceso y semejante espectáculo a la vista quedamos suspensos, lastimados y aflijidos, dando infinitas gracias a nuestro Dios y Señor de habernos librado algunos capitanes de aquel tan grande infortunio, cuando nos hallamos tan cerca que íbamos hombro con hombro del desgraciado difunto; con que a voces los mas cuerdos dijeron con sentimiento, que sin duda aquel desastre era de otros mayores prenuncio, pues tan patentemente nuestras propias balas se volvian contra nosotros. Grandes avisos y recuerdos nos envió en aquellos tiempos el piadoso Señor de cielos y tierra, para que mudásemos de estilo en nuestras costumbres, y estuviésemos con la prevencion necesaria, y acudiésemos al reparo de nuestro daño y de lo que hoi estamos experimentando. Mas no cuidaban los ministros mayores ni menores de otra costa [sic], que de sus comodidades y intereses, que son los que perturban los ánimos de los mas justos; a cuya causa se conservaban muchos en los oficios, porque los adquirian contra toda razon y justicia por falta de superiores y ministros como el vicario de Jesucristo Pedro, que habiendo Simon Mago querido comprar por dineros la gracia del Spíritu Santo, no pudiendo sufrir esta blasfemia, que por tal se puede reputar el decir que por dineros se ha de poder adquirir lo que no se comunica sino es por méritos, luego que oyó su razon le dice, con justificado enojo: tu ofrecimiento y tu dinero sea para tu condenacion, pues tan malvadamente piensas y tan desatentado presumes que por tus dineros te han de dar lo que no mereces.

¡O qué buena repuesta de príncipe superior para el que con dineros quiere negociar y adquirir lo que con sus méritos no puede! Y en este lugar dijo San Pedro Damiano unas lindas palabras, que el dinero con el que le ofrecia fueron igualados en el castigo, y heridos y maltratados, porque el que no lo estima ni le tiene se halla seguro de todo peligro y daño.

Cerremos aquí nuestro paréntesis, y sigamos el discurso principiado. Llegó la primer cuadrilla de hasta 200 indios al referido paso de las Cangrejeras (que a estar las demas agregadas, pocos se escaparan de nuestra caballería), adonde embistió con ellos y trabó su escaramuza por apoderarse del paso que tenian ganado, y ellos por defenderle con los nuestros, de suerte que fué la suya tan buena que en aquel primer encuentro degollaron quince españoles y cautivaron tres o cuatro, obligando a los demas a retirarse a una loma rasa cercana al paso, y aguardar la infantería, que con toda priesa marchaba a mi cargo, habiéndonos llegado aviso de haberse encontrado con el enemigo nuestra jente. Y habiendo montado a caballo los infantes que pude, llegué con toda priesa al sitio adonde la caballería derrotada nos estaba aguardando; y en tres compañías de infantería que llegamos aun no era el número de ochenta soldados, que con los de la caballería haríamos pocos mas de ciento y sesenta, y el ejército enemigo pasaba de mill, porque en el tiempo que nos dilatamos en incorporarnos a los nuestros, se habian