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HISTORIADORES DE CHILE.

adred.com mal cumplidos, sa; de como las órdenes y mandatos del Rei N. S. son m y sus reales cédulas justificadamente despachadas se posponen al gusto de los que gobiernan: probado con patentes obras y contrarios efectos; de como la real audiencia de Chille y de otros lugares de las Indias sirven mas de embarazo y de supérfluo gasto al Rei N. S., que de provecho alguno, porque la muchedumbre de letrados, jueces y ministros son la carcoma y polilla de nuestra monarquía cristiana, porque son mas los que usan mal de las leyes (interpretándolas a su paladar y gusto) que los que con cristiano celo las abrazan; que cuando se usa bien de la sciencia y sabiduría, y con buena intencion se adquieren y solicitan, las letras son la muralla y la defensa de los reinos; que los hombres mas doctos y presumidos letrados puestos en dignidad, por la mayor parte son los que mas mal usan de la sciencia y sabiduría, porque con la potestad y el mando son soberbios y altivos y hacen de la justicia lo que se les antoja; que aunque haya algunos que esten adornados de virtudes y otras excelencias, en asistiendo en ellos, la hinchazon y soberbia las atropella todas y las abate; que en las Indias son mas propias estas altiveces en algunos ministros, jueces y superiores, que en otros reinos y provincias, de que se orijina, no haber mas justicia que la que sus voluntades ejecutan, a cuya causa se dilatan las guerras, se consumen los ejércitos, y finalmente a gran priesa camina el reino a su total ruina.

CAPITULO I.

(1405. KINJA De como, habiéndome quedado en casa del cacique Quilalebo, me regocijaron todos los de aquel distrito; ocupándonos en algunos entretenimientos, y a veces íbamos a ayudar a las mujeres a sembrar sus chacras, adonde iba a buscarnos el cacique; y de la conversacion que trabamos, y las cosas que se rodearon para tratar de las acciones de nuestros conquistadores. ERATURY Dejóme Tureupillan mi antiguo huésped en aquella parcialidad, en casa de su amigo y dendo Quilalebo, a súplica y ruegos dél, y en mi compañía uno de los chicuelos hijo de Tureupillan, que me asistia de ordinario y con grande afecto aprendia las oraciones: agregóse a mí luego el mestizo hijo de Quilalebo con otros muchachos vecinos, que como todavía yo lo era, fácilmente se allegaban a comunicarme. Salíamos a la campaña a entretenernos unas veces a la pelota, otras a la chueca, y a ratos íbamos a ayudar a las mujeres a sembrar lo que habíamos arado, que de la mesma suerte se convidan a la siembra que los indios a la cava: asistimos con ellas una tarde, ayudándolas a beber mas que a trabajar, y nuestro viejo Quilalebo, hallándose solo, vino en nuestra demanda y nos halló dando fin a un cántaro de chicha y comiendo unos bollos de maiz y porotos mui bien sazonados. Convidamos al viejo luego que llegó, y él se asentó a mi lado, echándome los brazos y diciéndome: capitan, mui enojado me teneis porque no hablais a mi hija, habiéndoosla dado para que os sirva. Ya le dije a vuestra mujer y a ella por lo consiguiente (respondí al cacique), que no podíamos los cris-